sábado, 3 de octubre de 2009

TAORO, OTRA FRUSTRACION

Pues no hay manera, no. Leyendo a Víctor Pérez, consejero de Hacienda del Cabildo Insular de Tenerife, se desprende que el antiguo hotel Taoro, sede también de un casino de juego durante décadas, está condenado. Condenado a permanecer cerrado, a sufrir el abandono, a deteriorarse progresivamente... Nadie lo quiere ya. Pobre Taoro.
Ya costó lo suyo la idea de restitución del uso residencial turístico, una de las opciones que surgió nada más materializarse el traslado del casino y sus instalacioes complementarias al complejo "Costa Martiánez". Los informes técnicos determinaron, por fin, la voluntad política pero... no ha habido suerte.
Pérez dice que hasta tres concurso públicos han sido convocados pero ninguna empresa ha mostrado interés ni ha participado. Dato inquietante que puede asociarse a la crisis general que también afecta al sector turístico y la coyuntura declinante del Puerto de la Cruz como destino turístico.
Quizá a la voluntad política le haya faltado algo más de entusiasmo, un poco más de carne en el asador para que cristalizara esta indudable oportunidad. No se apreció un seguimiento más activo al margen de la literatura administrativa oficial de los concursos. Quiere uno pensar que en ferias y convocatorias promocionales se hablara de este asunto, pero ni por esas...
Y como una vez más, el empresariado local ha hecho gala de su escasa capacidad de iniciativa, siquiera para presionar algo, para galvanizar ánimos e intentos emprendedores, he ahí que el Taoro de toda la vida, aquel hotel que los ingleses concibieron en el parque natural de la ciudad, el de la escuela de formación de excelentes profesionales, el de centro histórico, el de jardines inigualables, el de sede de casino de juego durante décadas, el de pabellón de congresos complementario sigue cerrado.
Es otra desilusión más, otra frustración. Leyendo las opiniones de algún foro digital, se nota claramente esa sensación. Hay quien llega más lejos y despierta los viejos fantasmas del norte desatendido o abandonado por otros intereses. Es inevitable que se produzca esa sospecha, que reaparezca la invisible mano negra que se muestra implacable a la hora de impedir o aplastar cualquier intento de que el destino remonte la situación. Y lo peor: que la situación alimente la maldición que parece pesar sobre el municipio.
Pérez, un consejero sensato que conoce bien la evolución socioturística del municipio, explica que, tras las convocatorias fallidas, se está estudiando el futuro del inmueble. Y que la decisión que se tome pretenderá el beneficio general para la isla. Vale, como formulación teórica.
No dice que se abandona la alternativa de la restitución del uso hotelero pero lo da a entender. Y eso sí que es lo preocupante. Aquí estábamos, aún en plena crisis, en una auténtica oportunidad para el Puerto de la Cruz. A ningún empresario, a ningún hotelero le escuchamos opiniones contrarias a que la ciudad precisaba de uno o dos establecimientos turísticos de primer rango. Sin embargo, el tren ha pasado y nadie lo ha detenido. Ni siquiera la actuación de mejora y reacondicionamiento de los jardines y paseos de la ladera norte -para que nadie esgrimiera su mal estado como factor disuasorio- ha servido de acicate.
O sea, que se queda el Puerto sin su hotel de lujo, sin su hotel por antonomasia y ahora, mientras el cierre siga cobrando el alto precio del deterioro y la inutilidad, se ciernen todas las dudas de qué hacer con tan atractivo (teóricamente) inmueble. Atentos al debate de ideas, si lo hubiera o hubiese.

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