La muerte de Orlando Zapata ("Fue un asesinato premeditado", Reyna, su madre, dixit) pone al régimen castrista en la peor de las coyunturas. Un albañil que quería ser libre, que se declaró en huelga de hambre y que fue enterrado a oscuras, en medio de un desorbitado dispositivo policial, como en las peores pesadillas.
No era una escena de película; era la realidad, la peor realidad de un sistema político que dejó entrever además -con el presidente brasileño Lula presente- la peor y más repulsiva de su rostro, con unas respuestas periodísticas de Raúl Castro absolutamente inasumibles. El régimen se desmorona: hay cosas y hechos que no sólo no se pueden ocultar sino que difícilmente tienen una explicación mínimamente creíble. Si encima hay reacciones airadas, sólo se está contribuyendo a robustecer la peor de las percepciones. A estas alturas, los derechos humanos ya no son un juguete manipulable con el que lucir caprichos o autoritarismos anacrónicos.
Las circunstancias que concurren en el fallecimiento de Zapata son agravantes para una Cuba que resiste y que no sabe hacia dónde se dirige. Todo tiene su fin. La muerte de Orlando Zapata y todo lo que la ha rodeado es ya un símbolo para los demócratas cubanos que intentan liberarse de las cadenas. El símbolo de un sacrificio. Seguro que a muchos partidarios de Castro tampoco han satisfecho estos tristes acontecimientos.
Acontecimientos cuya repercusión en el exterior no se agota. Periódicos e informativos audiovisuales reflejaron parte de las circunstancias señaladas para poner al gobierno cubano contra las cuerdas. La ola de consternación y solidaridad sólo crecía y crecía. Se siguen sucediendo testimonios alusivos, los del contrataque oficial incluidos. Nada peor para un régimen autocrático que producir víctimas y que éstas resistan al límite y que haya personas o familiares que puedan contarlo. En el ámbito internacional, las simpatías que atesora el régimen castrista menguaron considerablemente. Ya puede hablar de escasez.
Orlando Zapata dio su vida por la libertad, aún discutible el método de la huelga de hambre para defenderla. Su muerte ha desnudado ciertas miserias que, da la impresión, no absolverá la Historia.
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