jueves, 22 de julio de 2010

CANDIDATURA Y SUSPENSO A LA VEZ

Coincide la designación de Paulino Rivero como candidato de Coalición Canaria (CC) a la presidencia del Gobierno de la Comunidad Autónoma con la publicación de los resultados de una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en que no sale bien parado.
El azar tiene estas cosas, aunque sea para poner el acento en el surrealismo de la política canaria: el 40% de la población encuestada, según el CIS, suspende la gestión del presidente, pues toma respuesta: de nuevo candidato. Rivero, junto con Esperanza Aguirre, de los peor valorados en el conjunto de los presidentes autonómicos, pues ahí te va su opción, respaldada, faltaría más, por un porcentaje que le permite decir intra y extramuros que su organización le respalda como posiblemente nunca lo hubiera hecho con sus antecesores.
En cualquier caso, la oportunidad de la designación viene dada para que el pugilato con el vicepresidente José Manuel Soria, del Partido Popular (PP), candidato también a la presidencia del ejecutivo, tenga morbo y atractivos desde el primer momento y para que se perciba que Rivero tiene la 'pole', hecho que, sin ser determinante, vale para amagar, recelar, encelar y desmarcarse, que son unos cuantos meses, oye, en los que es necesario diferenciar faces y moldes, ustedes ya entienden.
Pero lo que debe preocupar a Rivero y su entorno más inmediato es ese alto porcentaje de descontentos con su gestión. O sea, que no vale eso de acaparar minutos y minutos en los telenoticias y en los informativos radiofónicos. Está demostrado -y lo saben- se les vuelve en contra. Ya sea ordeñando, segando, corriendo, procesionando, repartiendo metadona -¿cuál es la foto más original de todas?- tanta imagen no es sinónimo de buena gestión. O no lo percibe así el 40% de los ciudadanos consultados por el CIS.
Eso sí: tampoco debe andar muy descontento pues el relieve o la dimensión dada a tales resultados han sido de perfil bajo, fruto -pudiera ser- del hastío que a estas alturas de la depresión produce la política en general y anticipo -pudiera ser- del abstencionismo que se aventura en las islas de no mediar hechos que realmente hagan cambiar de opinión a los sufridos electores.

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