Como si no bastaran el Barómetro Sanitario 2009, en el que la ciudadanía canaria califica con la peor puntuación de todas las comunidades autónomas a los servicios sanitarios; ni el informe del Observatorio de la Asociación Estatal de directores y gerentes de Servicios Sociales, en el que Canarias aparece en último lugar de la aplicación de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a personas en situación de Dependencia; ni el Monitor de Competitividad Turística Relativa de las Comunidades Autónomas 2009, en el que la de Canarias figura en sexto puesto, registrando sus flancos débiles en el ámbito de la eficiencia de los recursos humanos, como si no fueran suficientes, decíamos, la Evaluación General de Diagnóstico del Sistema Educativo arroja unos resultados ciertamente preocupantes que ponen de relieve uno de los grandes fracasos colectivos del archipiélago, especialmente de los gobiernos que se han sucedido: el educativo.
Obsérvese, además, como las tres materias reseñadas en el párrafo anterior son de competencia político-administrativa del ejecutivo autonómico, asumida desde hace ya mucho tiempo, el suficiente como para que a estas alturas estuviéramos manejando estadísticas más alentadoras, independientemente de las coyunturas que hayan podido causar un retroceso en determinado momento.
El Diagnóstico del Sistema Educativo, iniciativa del ministerio de Educación y Ciencia, ha sido realizado en las islas, sobre la el análisis y la consulta de casi cincuenta centros educativos, más de mil seiscientos estudiantes (diez años) de cuarto curso de enseñanza Primaria y sus familias y profesores y directores de esos colegios. El trabajo tiene como fin “contribuir a la mejora de la calidad y la equidad de la educación, orientar las políticas educativas, aumentar la transparencia y eficacia del sistema educativo y ofrecer información sobre el grado de adquisición de las competencias básicas”.
Canarias, procesados los datos, aparece en los últimos lugares, junto a Ceuta, Melilla, Baleares y Comunidad Valenciana, lejos de La Rioja, Asturias, Madrid o Extremadura, que son las que encabezan. En competencias básicas como matemáticas, lengua, conocimiento e interacción con el medio y relaciones sociales, los registros son muy bajos, un suspenso, vamos. Si a ellos se añade que el índice de alumnos repetidores en el nivel analizado supera el 6%; y que en la relación inversión/alumno en enseñanza no universitaria, Canarias es de las menos altas, es evidente que estamos ante unas notas que son todo un toque de atención para los responsables y para toda la comunidad educativa.
Porque se demuestra que algo falla. La reacción de sindicatos de enseñantes y responsables de la consejería converge en la socialización de las pérdidas, en la formulación de un giro radical (sic) y poco más. Cierto que nadie queda al margen de la ‘culpabilidad’ compartida de este fracaso pero, si al calor de estas bases empíricas, no se operan medidas correctoras, el futuro se ennegrece aún más, escrito sea sin ganas de tintes alarmistas; pero cuando los resultados del seguimiento que periódica y obligatoriamente hay que hacer de todo lo concerniente con la educación y la enseñanza son de esta naturaleza, hay que expresarlo sin ambages: el sistema educativo en Canarias está lejos de proporcionar los frutos deseados.
El flaco Indice de Desarrollo Social, Económico y Cultural de Canarias (ISEC) y la cuestionable idoneidad del sistema educativo son los factores que, entre otros, explicarían las razones de tan inquietante rendimiento escolar que, a la larga, generan unas diferencias sociales y culturales muy difíciles de enjugar.
Parece evidente que nuestros niños ni hablan ni calculan bien, se resisten a sensibilizarse y actuar coherentemente con el medio y fallan en las bases del comportamiento o la conducta social. No es difícil adivinar las consecuencias si las conclusiones obtenidas entre los de cuarto de Primaria no son corregidas: estudios de Primaria o Secundaria inacabados y acceso al mercado laboral -salvo honrosísimas y afortunadas excepciones- cada vez más complicado.
Luego se impone una revisión a fondo del sistema que implique, sobre todo, un compromiso serio de autoexigencia, extensible a todos los agentes de la comunidad educativa. Es un problema de alumnos, de madres, padres, sindicalistas, asociaciones y profesores. Más rigor en todo con tal de revitalizar hábitos de estudio y de participación. Mejor predisposición -y hasta imaginación- para dedicar a los niños el tiempo y los recursos necesarios con tal de que la multiplicidad de factores externos que desvíen su atención no perjudique más.
Empeño, incentivos, profesionalidad..., da la sensación de estar escribiendo o reivindicando obviedades pero los resultados de ese Diagnóstico del Sistema Educativo de los escolares canarios obligan a replantearse muchas cosas, después de contrastar el fracaso y comprobar que, lejos de avanzar, no sólo estamos estancados sino que retrocedemos. Y eso, educacionalmente hablando, es muy preocupante.
(Publicado en la revista Tangentes, número 25, julio 2010)
Obsérvese, además, como las tres materias reseñadas en el párrafo anterior son de competencia político-administrativa del ejecutivo autonómico, asumida desde hace ya mucho tiempo, el suficiente como para que a estas alturas estuviéramos manejando estadísticas más alentadoras, independientemente de las coyunturas que hayan podido causar un retroceso en determinado momento.
El Diagnóstico del Sistema Educativo, iniciativa del ministerio de Educación y Ciencia, ha sido realizado en las islas, sobre la el análisis y la consulta de casi cincuenta centros educativos, más de mil seiscientos estudiantes (diez años) de cuarto curso de enseñanza Primaria y sus familias y profesores y directores de esos colegios. El trabajo tiene como fin “contribuir a la mejora de la calidad y la equidad de la educación, orientar las políticas educativas, aumentar la transparencia y eficacia del sistema educativo y ofrecer información sobre el grado de adquisición de las competencias básicas”.
Canarias, procesados los datos, aparece en los últimos lugares, junto a Ceuta, Melilla, Baleares y Comunidad Valenciana, lejos de La Rioja, Asturias, Madrid o Extremadura, que son las que encabezan. En competencias básicas como matemáticas, lengua, conocimiento e interacción con el medio y relaciones sociales, los registros son muy bajos, un suspenso, vamos. Si a ellos se añade que el índice de alumnos repetidores en el nivel analizado supera el 6%; y que en la relación inversión/alumno en enseñanza no universitaria, Canarias es de las menos altas, es evidente que estamos ante unas notas que son todo un toque de atención para los responsables y para toda la comunidad educativa.
Porque se demuestra que algo falla. La reacción de sindicatos de enseñantes y responsables de la consejería converge en la socialización de las pérdidas, en la formulación de un giro radical (sic) y poco más. Cierto que nadie queda al margen de la ‘culpabilidad’ compartida de este fracaso pero, si al calor de estas bases empíricas, no se operan medidas correctoras, el futuro se ennegrece aún más, escrito sea sin ganas de tintes alarmistas; pero cuando los resultados del seguimiento que periódica y obligatoriamente hay que hacer de todo lo concerniente con la educación y la enseñanza son de esta naturaleza, hay que expresarlo sin ambages: el sistema educativo en Canarias está lejos de proporcionar los frutos deseados.
El flaco Indice de Desarrollo Social, Económico y Cultural de Canarias (ISEC) y la cuestionable idoneidad del sistema educativo son los factores que, entre otros, explicarían las razones de tan inquietante rendimiento escolar que, a la larga, generan unas diferencias sociales y culturales muy difíciles de enjugar.
Parece evidente que nuestros niños ni hablan ni calculan bien, se resisten a sensibilizarse y actuar coherentemente con el medio y fallan en las bases del comportamiento o la conducta social. No es difícil adivinar las consecuencias si las conclusiones obtenidas entre los de cuarto de Primaria no son corregidas: estudios de Primaria o Secundaria inacabados y acceso al mercado laboral -salvo honrosísimas y afortunadas excepciones- cada vez más complicado.
Luego se impone una revisión a fondo del sistema que implique, sobre todo, un compromiso serio de autoexigencia, extensible a todos los agentes de la comunidad educativa. Es un problema de alumnos, de madres, padres, sindicalistas, asociaciones y profesores. Más rigor en todo con tal de revitalizar hábitos de estudio y de participación. Mejor predisposición -y hasta imaginación- para dedicar a los niños el tiempo y los recursos necesarios con tal de que la multiplicidad de factores externos que desvíen su atención no perjudique más.
Empeño, incentivos, profesionalidad..., da la sensación de estar escribiendo o reivindicando obviedades pero los resultados de ese Diagnóstico del Sistema Educativo de los escolares canarios obligan a replantearse muchas cosas, después de contrastar el fracaso y comprobar que, lejos de avanzar, no sólo estamos estancados sino que retrocedemos. Y eso, educacionalmente hablando, es muy preocupante.
(Publicado en la revista Tangentes, número 25, julio 2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario