Cumple cuarenta años el futbolístico trofeo Teide. Teniendo en cuenta que las iniciativas que surgen en el valle de la Orotava, y más concretamente en el Puerto de la Cruz, propenden a fenecer, que esta competición haya alcanzado las cuatro décadas es muy meritorio. Ya atravesó sus dificultades, en distintas épocas, hasta el punto de que llegó a temerse por su continuidad, pero el entusiasmo ilimitado de algunos dirigentes y la aportación de las administraciones locales salvaron la papeleta. Ahora, el torneo está consolidado y es una de las citas veraniegas más antiguas.
El trofeo Teide -ya se ha contado- se inició con mucho de aventura. Luis Guiance, presidente que fuera del Real Unión de Tenerife, se empeñó en animar la pretemporada balompédica en la isla. No funcionaba la cosa en Santa Cruz, desierta en julio y agosto, de modo que el hambre de ver algo distinto, equipos de renombre, había que saciarla en el norte, donde la rivalidad de los equipos del valle seguía siendo un factor estimulante y donde las respectivas aficiones mantenían un más o menos constante grado de fidelidad. Tuvo vista de lince Guiance: se alió con Alberto Hernández Illada, presidente del C.D. Puerto Cruz, y el doctor Buenaventura Machado, que lo era de la U.D. Orotava, y entre los tres parieron ese torneo. Después se sumaron Pedro González de Chaves, Pedro Real, Graciano Hernández Sánchez y otros colaboradores.
En el hotel Marquesa, del Puerto de la Cruz, regentado por los hermanos González, establecieron la base de operaciones. Guiance ejerció las influencias derivadas de su condición de militar profesional y logró, en una insólota y eficaz gestión, que el R.C.D. Coruña, de primera división, aceptara la invitación. Ventura Machado estaba empeñado en dotar de césped al viejo recinto de Los Cuartos y nada mejor que un equipo de campanillas para inaugurar aquella sustancial novedad para el fútbol regional (Entonces, sólo el estadio Heliodoro Rodríguez López y la vieja Manzanilla, en La Laguna, tenían cancha de hierba).
Las bases del torneo quedaron formalizadas con la bendición de la Federación Tinerfeña de Fútbol entonces presidida por Miguel Angel Morales Pestano. Participaban Orotava, Puerto Cruz y Real Unión, más el Coruña, al que ya entrenaba Arsenio Iglesias. Guiance se las compuso para que el Coruña sólo jugase por el viaje y alojamiento, dicho en plata. Y es que la filosofía del torneo era muy clara: recaudar para que los clubes organizadores dispusieran de un ingreso extra con el que afrontar los siempre difíciles comienzos de temporada. La respuesta de los aficionados fue extraordinaria, los campos se llenaron.
El equipo gallego se enfrentó al Orotava en el choque inaugural. Una nueva alfombra se sumaba a las exhibidas por la Villa en su inigualable Corpus. Después, el Coruña ganó en la final a un combativo Puerto Cruz que resistió con dignidad después de haber superado en la semifinal, en un increíble y marathoniano partido, al Real Unión.
Las bases del torneo estaban echadas. La idea de los organizadores era traer cada año un equipo de primera división que constituyera de por sí un reclamo. En tres o cuatro ediciones, ya habían logrado la presencia de un club extranjero. Hasta que el Tenerife también se incorporó a los carteles y empezó a ganar competiciones. Hasta que los presupuestos fueron mermando y los clubes invitados venían pero cobrando. Hasta que otros clubes del norte también asumieron el papel de organizadores. Hasta que, en peligro de desaparición el torneo, fue necesario que los ayuntamientos aportasen algo para remontar.
Y así, cuarenta años. Casi nada. Muy meritorio. Algunos de los mentores, de los protagonistas de los orígenes, ya no están entre nosotros. Hoy merecen ser recordados, como los que continuaron sus pasos. A ellos se debe que la isla y el norte cuenten con una competencia futbolística veraniega de alto nivel.
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