El dato es preocupante y ojalá
no vuelva a repetirse: el lunes 31 de agosto, la Seguridad Social perdió
333.107 afiliados de golpe, esto es, a razón de 231 despidos por minuto.
Desconocemos si hay precedentes, incluso en los momentos más inquietantes de la
depresión, pero es una sombra que oscurece aún más el mercado de trabajo,
cerrado en agosto -coincidiendo con el final del estío- con casi veintidós mil
parados más -el triple que el año pasado- y la destrucción de ciento treinta y
cuatro mil doscientos ochenta y nueve empleos.
La bajada experimentada en el
sector servicios es lo más incierto porque se demuestra que la inestabilidad en
el sistema productivo deriva, entre otros factores, de la estacionalidad. Si a
lo dicho se añade que la precariedad sigue predominando y que el número de
hogares con todos sus miembros en paro sigue en niveles altos, la situación no
mejora, aunque los bancos siguen con ganancias obscenas y las cantidades esas
de la macreoeconomía suben y suben, lástima que no para el bien de todos.
Es sencillo: se necesita que el
mercado laboral esté abierto a la diversidad. El cambio de modelo productivo
parece aún bastante lejos de materializarse.
¡Cielos! ¿Qué hemos escrito?
¡Pero si vuelve la construcción!
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