martes, 27 de junio de 2017

AUTOCRÍTICA DE IZQUIERDA UNIDA

Los críticos de Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida (IU), le estarán reprochando aquel entreguismo en forma de alianza electoral con Podemos que significó, en la práctica, no solo un evidente retroceso sino una progresiva pérdida de peso político de la formación. Entre aquéllos, recordemos, estaba Gaspar Llamazares, quien advertía de los riesgos de quedar diluidos y sin señas de identidad propias. Acontecimientos posteriores, entre los que hay que consignar la recomendación podemista -¿o algo más?- de poner punto final al apoyo que presta IU al PSOE en muchos municipios de Andalucía para sostener alcaldes y gobiernos, ponen de relieve que aquella decisión empieza a tener un alto coste político.

El propio Garzón, en un informe elevado a la Asamblea Político Social de su partido, reconoce que algunas cosas no van bien. El informe no cuestiona el pacto con Podemos pero sí que pide más visibilidad para la formación y que la alianza no se apropie de su trabajo. En lo que tiene de sincera autocrítica, y de invitación a hacer las cosas de distinta manera, esas consideraciones le honran. De hecho, él mismo habla de 'hontestidad intelectual' a la hora de expresar estas ideas.

Garzón es consciente de que la fragmentación de la izquierda abona desfiguraciones de su personalidad sociopolítica. Más aún, sabe que en ese contexto en nada ayudan los populismos derivados, orientados más bien a una actitud frentista que difícilmente se sostiene cuando se detectan síntomas de recuperación económica y de estabilidad que convierten a la sociedad en más conservadora aún.

Ha dicho el primer dirigente de IU que hay que fortalecer la alianza con Podemos (“un buen invento”, calificó) pues “algo no está saliendo bien y el bipartidismo esta recuperando cierto pulso”. Eso le lleva a afirmar en su informe que el apoyo popular a Unidos Podemos se ha estancado, por lo que sugiere que se afronte un proceso de revisión, no importa su crudeza.

A ver qué dicen Llamazares y los reticentes, que podrán tener razón a la hora de esgrimir el “ya lo decíamos nosotros” pero necesitan impulsar una alternativa a sabiendas del alto precio que han de abonar para intentar, sobre todo, recuperar perfiles políticos propios. Quizás sea algo tarde pero en esos procesos se contrasta la iniciativa, la capacidad y la madurez de las organizaciones. Cuando, en otro alarde de franqueza discursiva, Garzón aboga por recobrar la personalidad “porque creemos que hay sectores de la sociedad que se pueden ver más identificados con nosotros que en nuestros aliados”, solo está reconociendo que, al ritmo que llevan, el porvenir de IU se traza con nubarrones sombríos.

Ahora querrán potenciar el trabajo más allá de las instituciones como fórmula que supere la dedicación en las áreas de responsabilidad institucional. Eso sí que también está crudo pues los liderazgos no se construyen ni fortalecen extramuros. El propio Garzón debe saberlo.

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