Crecimiento económico, más empleo, más consumo, más alegría
en el gasto, fiesta de récords en el sector servicios, viajes a ritmo casi de
vértigo… la realidad española más reciente va sustanciada con un cierto aire
triunfalista y hasta se dirá que la crisis ya es historia. Hasta que el informe
del Observatorio de Sostenibilidad, conocido esta misma semana, sobre los
diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU referido a nuestro país
ha venido a decir que no es oro todo lo que reluce, que las condiciones de vida
de los trabajadores y la precariedad laboral siguen siendo complicadas, de
manera que la desigualdad social es un hecho constatable hasta el punto de que
nuestro país sigue viajando, en alguna de estas materias, en el furgón de cola
de la Unión Europea (UE).
Frente a la visión de días de vino y rosas, la crudeza del
informe aconseja ser cautos y no lanzarse sin freno. Y es que la tasa de
pobreza de ciudadanos españoles que tienen empleo, o sea, los que gozan de un
bien apreciable y de una cierta estabilidad, sigue creciendo. Hablamos de un
porcentaje de personas respecto de la población total que poseen una renta
inferior al 60 % de la renta media nacional. Según datos de Eurostat, la
tendencia española es la de aumentar ese porcentaje. Se refleja en el 10,5 % de
2013 (año más bajo desde 2008) y en el 13,1 % de 2015. España solo figura por
delante de Grecia y Rumanía. Según el informe señalado, la situación entre los
jóvenes es aún más delicada: partían con un 7,5 % de pobreza de personas con
empleo en 2007, un 14,9 % en 2010, y un preocupante 24,7 % en 2015, por tanto
casi diez puntos más en solo cinco años.
Se reitera que la calidad del empleo que se genera es
bastante baja. La tasa de trabajo a tiempo parcial no deseado en España, tal
como registra la OCDE en su aportación al informe, es la que más ha crecido
entre 2000 y 2015. Entre las mujeres, el indicador alcanza el 15,9 % en el
ciclo 2013-14, el máximo histórico, mientras que entre los hombres alcanza su
cifra más elevada con el 5 %.
Todo ello incide en la brecha de desigualdad social que sigue
aumentando en nuestro país. El Observatorio de Sostenibilidad alerta, además,
de que España ha empeorado en su rendimiento en el denominado Índice de
Justicia Social desde 2008, elaborado a partir de indicadores tales como
prevención de la pobreza, acceso al mercado laboral, educación equitativa,
salud y justicia intergeneracional y cohesión social y no discriminación.
Por lo tanto, cuestión de no lanzar campanas al vuelo. Frente
a las apariencias de la bonanza, hay una realidad menos boyante que obliga a
avances y exigencias, por lo menos para reducir la brecha. Queda crisis.
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