La
Ranilla Espacio Cultural ha incorporado a su catálogo de actividades
que se prolonga a lo largo de todo el año el Club de Lectura, una
iniciativa puesta en marcha por el Cabildo Insular de Tenerife allá
por 2011 con el propósito de fomentar el interés o el hábito por
la lectura, extendiéndolo por la Red Insular de Bibliotecas
Municipales de Tenerife.
El
funcionamiento es bien sencillo: los promotores eligen una serie de
títulos e invitan a que alguna persona sugiera o recomiende su
lectura. Cuando se ha tomado la decisión, es invitada a presentarla
brevemente en una de las sesiones programadas. Inmediatamente el
servicio de préstamo del Cabildo se pone en marcha y hace llegar a
los puntos determinados por los clubes un número de ejemplares que
es distribuido entre los interesados. Los llevan, los leen y elaboran
sus propios juicios y fijan sus puntos de vista que exponen en la
sesión siguiente, analizando los contenidos de la obra e
intercambiando criterios.
La
fórmula empieza a calar. Lectores habituales de ambos sexos y de muy
distintas edades encuentran con ella un incentivo para conocer nuevos
autores y fortalecer su voluntad lectora. Cada vez son más, según
nos dijeron en una sesión en la que tuvimos oportunidad de
intervenir recientemente.
Hay
que congratularse, naturalmente. Cuando se publican informes sobre
índices o hábitos de lectura, cuando las encuestas, casi una tras
otra, revelan que cada ciudadano lee muy pocos libros durante el año,
el que haya gente dispuesta a organizar y acoger, sin grandes
derroches, reuniones públicas donde las personas exponen sus
preferencias y sus gustos literarios, no podemos por menos que
ilusionarnos. En la era de los ordenadores, de las nuevas tecnologías
y de Internet que ya todo lo puede, es de agradecer que hayan
repescado aquella antigua costumbre de mujeres inglesas o americanas
que merendaban juntas para hablar de sus cosas pero también para
leer en voz alta, prestarse libros y opinar sobre lo que habían
interpretado en las páginas impresas a las que habían accedido.
Hay
que leer más, claro que sí. Y ya no es válida la excusa de la
falta de tiempo. El todo es proponérselo, interesándose por las
ediciones, por las trayectorias de autores y restando tiempo
progresivamente a otros hábitos predominantes y a la larga, fútiles.
Si nos apuran, hasta nocivos intelectualmente. Al Club de Lectura va
gente de toda condición, culta y menos culta, pero interesada y
apasionada por la lectura.
“Todo
está en los libros” era el título de aquella canción compuesta
por Jesús Munárriz y Luis Eduardo Aute, luego convertida en
sintonía del programa de televisión, “Biblioteca Nacional”. En
sus estrofas hay alusiones a personajes, episodios, paisajes, hechos
históricos, fantasías, islas, montañas... “Flores del mal y
gatopardos, y caminos de perfección”, dice una de ellas. Tomemos
esta última descripción y apliquémonos en la lectura, en el fondo,
algo más que un entretenimiento, un móvil para la formación
constante y el enriquecimiento de los conocimientos.
Los
caminos de la perfección, por fortuna, se pueden escrutar. Los
libros nos invitan a hacerlo. Porque, en efecto, todo está en los
libros.
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