Pasó
la Nube de hielo, con sus
lágrimas y todo, y “el celoso centinela, con sus siete carabelas”
seguía allí. Siempre estuvo. Y siempre estará, o eso creemos.
Licencia
para la nostalgia en el Liceo Taoro de La Orotava. Pero también
performance modernista para conmemorar el décimo aniversario de la
Declaración del Teide como Patrimonio de la Humanidad. El Club
Canarias en Hora (CEH) subió y
bajó en un acto difrente para darse a conocer en Tenerife: las
impresiones y los argumentos se habían desgranado con generosa
fluidez para dar paso a los acordes de Benito Cabrera y a la voz de
Santiago Melián con la Nube de hielo que
inevitablemente emociona.
Es
el título del documental producido por Canarias en hora,
el digital que dirige Pedro
Guerra, quien estuvo acompañado por todo su equipo, desplazado
expresamente desde Gran Canaria. Acreditaron sobradamente la apuesta
en busca de una comunicación alternativa o complementaria en
territorio vecino (ahora que el virus del insularismo inocula con
fuerza, estas cosas se agradecen). El periodismo de hoy y de mañana
se abre paso en busca de un nuevo modelo de negocio y Canarias
en Hora ya ha presentado sus
cartas credenciales.
Allí,
en el gran salón del Liceo, con una plataforma sobre cuyas cuatro
esquinas se situaron Marisa Tejedor, ex rectora de la Universidad de
La Laguna y ex consejera de Industria, Comercio y Nuevas Tecnologías
del Gobierno de Canarias; Pilar Parejo, ex viceconsejera de Turismo
del ejecutivo autónomo y viuda de Adán Martín, su presidente en el
momento en que fue aprobada la Declaración; Isidoro Sánchez,
ingeniero de montes, ex director del Parque Nacional del Teide y ex
eurodiputado); y Alberto Bernabé, consejero de Turismo del Cabildo
Insular de Tenerife, allí, bajo la sobria moderación de Sonia Pagés
(todo el tiempo de pie), expusieron sus visiones científica,
histórica, evocadora, analítica y hasta anecdótica.
En
torno a la plataforma, las mesas redondas donde invitados y amigos se
sintieron cercanos. Y al fondo, las pantallas para estar atentos a
los gestos y a la proyección del documental, segunda parte del acto.
Bueno, y a las intervenciones de anfitriones desde un discreto atril,
ubicado entre las mesas, detrás de la plataforma. En síntesis, un
formato distinto al de este tipo de actos.
No
fue debate propiamente dicho. Por eso, Sánchez, tras explicar
brevemente la génesis del Parque, el tercero de España después de
Covadonga y Odesa, relató el brindis que obligó a reabrir una
bodega la noche en que Milagros Luis Brito, entonces viceconsejera de
Medio Ambiente del Gobierno de Canarias, comunicaba desde Nueva
Zelanda la noticia de la victoria. Y Tejedor desmenuzó la tipología
y las características de los suelos tras la erupción, mientras esos
mismos suelos le siguen hablando de juventud, de recuerdos y de
análisis. Y Bernabé habló de los retos “del icono natural por
excelencia”, como definió al Teide y como englobó la proyección
de su parque, para estudiar 'en serio' la capacidad de carga. Y
Parejo aludió a la gran responsabilidad que significaba el cuidado y
la proyección del viejo gigante, hasta el punto de tener que
discutir con Manuel Durbán, el conservador, la utilización de los
helicópteros para retirar los escombros de las obras de remodelación
del refugio de Altavista.
Hablaron
del ingeniero Ortuño, de la ley que impedía la extracción de
piedra pómez, de la elevadísima riqueza científica del Teide, del
reto que significa el equilibrio cuando hay más de cuatro millones
de visitantes y quinientos doce mil usuarios del teleférico y del
carácter marginal que aún sigue teniendo el avistamiento de
estrellas, teóricamente más atrayente que la excursión
convencional.
Y
el presidente del Cabildo, Carlos Alonso; el alcalde de la localidad,
Francisco Linares; y el director de Canarias en Hora, Pedro
Guerra, pusieron de relieve el simbolismo, la gratitud, la marca
educativo-cultural y el propósito de la exaltación aprovechando que
se cumplían diez años de aquella Declaración.
El
documental Nube de hielo, con
múltiples testimonios, incluido el de cuatro campesinas que
dialogaban animadamente junto a uno de los pajales, y con el Himno
al volcán del insigne poeta
grancanario Tomás Morales, fue seguido con máxima atención. Los
acordes de Cabrera, la voz de Melián envolvían una paisajística
singular.
Las
emociones rubricadas con aplausos. Cuando terminó, el celoso
centinela seguía allí.
2 comentarios:
Muy bueno maestro.
Excelente crónica, Enhorabuena!
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