Han
hecho bien el alcalde y la concejala-delegada en no aparecer
transmitiendo como si ésta fuera la primera vez que se intenta una
iniciativa de estas características. Ya en 1995 y 1999, hubo
intentos similares, frenados, curiosamente, por gobernantes del mismo
signo político que el actual. Pero no pasa nada: las campañas de
entonces corrieron peor suerte simplemente porque fueron enfocadas
con prejuicios políticos. Es más, la del mandato 1999-2003 fue dada
a conocer, con sus soportes ya disponibles, terminado el proceso de
elecciones locales de entonces, con lo que hubiera sido ejemplar
haber dado sello de continuidad a lo que se había puesto en marcha
en conexión con el sector privado que, por cierto, no tuvo entonces
el papel de identificación generosa que ahora interpreta.
Pero,
de verdad, no se vea reproche en estas líneas. Esa iniciativa se
enmarcaba en una acción que tuvimos ocasión de exponer
personalmente en el seno de la Federación Española de Municipios y
Provincias (FEMP), cuya vicepresidencia ejercía Vidal Suárez,
alcalde que fuera de Tegueste. La filosofía era sencilla: la
población debía ser consciente de lo que significaba el turismo
como sostén de la productividad económica. Había que cuidarlo,
pues. Había que ser consecuentes desde todos los puntos de vista
(prestación de servicios, seguridad, cuidado patrimonial,
dinamización de actividades sociales y culturales...) para que
siguieran viniendo turistas y todos saliéramos ganando. Por lo
tanto, de alguna manera se empieza a hacer ahora -a ver hasta dónde
llegan la autonomía y el sello propio no dependiendo de otras
instituciones- lo que se vislumbró hace unas dos décadas. Ese sería
el reproche: el tiempo desperdiciado. Cuánto se hubiera ganado
ejecutando lo dispuesto entonces (Todavía algunos comercios lucen el
gráfico identificativo de aquella campaña, Puerto acogedor).
Y
cuidado con desenfocar el asunto introduciendo matices políticos o
elementos propagandísticos, favorecedores de enconos y
controversias. Esta estrategia, por las informaciones periodísticas
a las que hemos accedido, no es para eso. Se desvirtuaría si se
utiliza con fines más próximos a otras coordenadas. Si se habla de
sostenibilidad, de ambiente amable, de respuestas que favorezcan
descubrir el carácter, el costumbrismo y la idiosincrasia de los
portuenses; si lo que se quiere es promover y garantizar la
implicación de todos los colectivos del municipio y de la isla
(empresas, organismos, agentes sociales, profesionales, escolares...)
en la sensibilidad hacia el hecho turístico (por lo tanto, valores
más allá del negocio); si se pretende favorecer prácticas
saludables y respetuosas con el medio ambiente para que se entienda de
una vez lo que es sostenibilidad en un destino turístico; si se
trata de aplicar innovaciones tecnológicas para no perder el tren en
el que otros ya circulan, entonces hay que actuar con racionalidad y
pragmatismo: concienciación y conciliación turística deben ser
conceptos que, adecuadamente ensamblados en el contexto de la
experiencia que ya tiene el Puerto de la Cruz, han de ser pilares del
interés general y de los supuestos beneficios que se persiguen.
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