Lección
de historia de la imagen del Gran Poder de Dios a cargo del
historiador portuense y vicepresidente del Instituto de Estudios
Hispánicos del Puerto de la Cruz, Eduardo Zalba González. Lección
entre veintidós ilustraciones y en medio de una de esas polémicas
populares que en la ciudad todo el mundo sabe cómo empieza pero
nadie cómo acaba y todos relatan a conveniencia (Polémica a cuenta
de diferencias entre dirigentes de cofradías con sede en la Peña de
Francia pero que, por fortuna, no trascendió en el acto).
Lección
apropiada en el acto de apertura de la exposición Gran Poder de
Dios: historia y devoción de un pueblo, que
estará abierta en el Instituto de Estudios Hispánicos (IEHC) hasta
el último día del presente mes. Apropiada porque en el intento de
revitalizar la solemnidad y el fervor, nada mejor que el rigor
histórico y la explicación cabal de aquellas circunstancias que
entretejen la devoción al considerado alcalde y patrón mayor
honorario y perpetuo.
Zalba
González, además, es devoto del Gran Poder. Además de haber
hurgado en antecedentes documentales, ha participado en infinidad de
actos religiosos en los que ha contrastado su dedicación. Habla, por
tanto, con fe y con conocimiento de causa. Relata los orígenes de la
advocación; describe las vicisitudes de la imagen; relata con
emotividad los afanes por sanar de Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo,
portuense insigne; detalla las fotos más antiguas que se conocen de
la talla de hechura anónima, originales de otro portuense ilustre,
Marcos Baeza Carrillo; disecciona atinadamente los hechos documentados
de la leyenda popular sobre el destino que la imagen habría de
enfilar (¿Breña Alta, La Palma?) y alude a los acontecimientos más
recientes, ya en el presente siglo, que hermanaron a las poblaciones
de esta localidad y del Puerto de la Cruz a través de sus
instituciones locales para robustecer el fervor y el recogimiento.
La
imagen del Gran Poder de Dios es venerada desde el siglo XVIII. La
exposición es un espléndido soporte para comprender el alcance de
la evolución de ese respetuoso culto. El relato de Zalba viene a
complementarlo, con su explicación sobre el grabado de José Tomás
Pablo, “que evidencia a la perfección la influencia de la
escultura, utilizado como medio idóneo para difundir su incipiente
popularidad”; y sobre los documentos, exvotos, actas y objetos que,
residenciados en una vitrina que ocupa la centralidad del recinto,
permiten conocer otros aspectos de la imagen, incluso de una antigua
vestimenta. Una esmerada selección fotográfica, testimonios de
distintas épocas, ya con la imagen procesionando o en su
emplazamiento, viene a culminar una colección que, en el fondo, es
otra manifestación de la devoción que los ciudadanos y los llegados
de pueblos limítrofes sienten hacia 'el Viejito', la peculiar y
coloquial denominación con que los portuenses identifican el Poder y
su obra misericordiosa.
Tanto,
que alguien patentó uno de esos dichos que llaman la atención hasta
por su crudeza:
-Al
llegar a La Laguna, un precioso Cristo. Al llegar a Tacoronte, un muy
bonito Cristo. Pero al llegar al Puerto de la Cruz, con el Gran
Poder, se 'jodieron' todos los Cristos.
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