“César
me enseñó a amar la belleza, especialmente la que yo no
distinguía”, confiesa con seriedad persuasiva el ingeniero Juan
Alfredo Amigó. “César disfrutaba de la naturaleza desde que abría
los ojos y puede que durmiendo también. Lo que no le gustaban eran
los pastiches”, revela con desenfado evocador José Luis Olcina, el
otro ingeniero. Ambos fueron los encargados de interpretar y plasmar
con criterios técnicos y científicos las ideas del genio
inagotable. Los dos, muchos años después, contaron sus experiencias
profesionales y humanas al lado del artista lanzaroteño. ¿Notan
ustedes cuando los aplausos suenan de una forma distinta porque
entrañan afecto y reconocimiento? Así sonaron en la antigua sala
'Andrómeda', concebida también por él, remodelada para albergar un
casino que significó un fiasco, pero que todos recordamos con la
luminosidad acentuada por sus miles de espejos, la cúpula abierta
para contemplar el cielo portuense y los acuarios que acreditaban que
estábamos en la única sala de fiestas submarina del mundo.
Licencia
para la nostalgia. El cuarenta cumpleaños del complejo turístico
'Costa Martiánez, popular Lago del mismo nombre -y en alguna jerga
turístico-peninsular, en plural, 'Los Lagos'- arrancó con un
“NO-DO” y todo -en realidad, la única fuente que sirve como
documento audiovisual- como para que nada faltase. La firma
concesionaria de parte de los servicios del complejo, Ocio Costa
Martiánez, promotora de los
actos conmemorativos -a los que, al final, ha terminado sumándose el
Ayuntamiento, pese a la discordia- empezó a palpar la buena
respuesta que tendrá la iniciativa, en la que ha sido incluido un
curso universitario que, sin duda, la revaloriza: lo dirigirá el
catedrático de La Laguna, Francisco Galante Gómez, profesor de la
Universidad y director de la cátedra cultural “César Manrique”,
de la citada institución. “El Lago: una obra ejemplar en su
cuarenta aniversario”, es el título del curso orientado a
profundizar en un mejor conocimiento de la dimensión de la obra
manriqueña. A ella también se refirieron los dirigentes de la
concesionaria, Ruymán Hernández Rodríguez y Claudio Martín Sosa.
Sandra Rodríguez González, primera teniente de alcalde del
Ayuntamiento de la localidad, soltó con sobriedad una de las perlas
de la tarde: el Lago, siempre de titularidad pública; y nunca
gestionado por manos privadas. Algunos propugnamos esa idea hace
años, cuando sonaban los tambores en sentido contrario.
Bueno:
lo importante era el testimonio de Amigó y Olcina, apellidos que los
escolares memorizamos, posiblemente por tan repetidos en la elemental
cartelería de la época y porque cada vez que Manrique aparecía en
los periódicos siempre se le veía flanqueado por los ingenieros. Un
testimonio que explicó el origen de su relación con el artista y
con las sucesivas administraciones locales, encabezadas por Felipe
Machado del Hoyo, Felipe Machado González de Chaves y Antonio Castro
García; y que no olvidó al constructor Luis Díaz de Losada ni al
aparejador Elías Fernández del Castillo ni al perito industrial
José Antonio Hidalgo. Ni a otros muchos trabajadores que se dejaron
la piel hasta hacer suya la obra, en una singular identificación.
Sobre la pantalla aparecieron los primeros planos, los básicos. Y
aunque sabe Dios dónde fue a parar, la servilleta, siempre la
servilleta sobre la que Manrique fraguó el proyecto de la
infraestructura que cambió definitivamente el tratamiento del
litoral portuense y la oferta turística del municipio.
Una
conclusión: el Lago, hoy en día, no hubiera sido posible
construirlo. No por los costes, que, por cierto, se ajustaron de
forma escrupulosa, sin desvíos -ciento veintinueve millones de
pesetas la construcción y el resto, hasta trescientos, para
completar la dotación- sino por las dificultades en la tramitación
de los proyectos, impactos medioambientales, restricciones,
financiación y todo eso. Pero el arte y el empeño pudieron más
para terminar materializando una de las más formidables obras de
transformación de una zona de litoral que proyectó el nombre del
Puerto de la Cruz, Tenerife y Canarias a escala mundial. Y el de
César Manrique que, desde entonces, adquirió renombre universal.
Todo el mundo le quería tras aquella epopeya casi diaria de respeto
a la naturaleza, de armonización y de sostenibilidad cuando el
concepto aún era desconocido.
Amigó
y Olcina, que también respondieron a preguntas de los asistentes,
desgranaron recuerdos y anécdotas, algunas cargadas de emotividad.
Las esculturas, el túnel que atraviesa, sus pinturas, los
monumentos, los árboles invertidos, el sistema de fuentes de
elaboración propia para imaginar un volcán de agua... Fue un
tributo a Manrique, de acuerdo, pero también a la obra, al
patrimonio y a una de sus señas de identidad. Un tributo condensado
en rasgos que destacaron: en el diseño intuitivo, en el sentido
vitalista de sus realizaciones, en el factor sorpresa, en la
integración en el paisaje, en el respeto a la arquitectura popular y
tradicional, en la originalidad de diseños y minuciosidad de los
detalles, en la genialidad y la capacidad creativa...
“La
noche de la inauguración, en la que César estuvo pensando a la vez
que remataba los cantos rodados o decidía la vegetación de las
orillas, era un chiquillo descontrolado en su contento”, dijo
Amigó. Olcina rememoró cuando subió a la azotea del hotel
“Tenerife Playa” para verificar y enmendar las pruebas de la
iluminación. Cantó y bailó Josephine Baker, la sirena de los
trópicos, para los centenares de invitados, puede que fuera la
primera vez de un ballet acuático en la isla, los fuegos
artificiales encendieron y sobresalieron aquella noche, distinguida,
por supuesto, entre las muchas que han acogido espectáculos y
presentaciones de todo tipo en un recinto que es Bien de Interés
Cultural (BIC). Hubo también, por cierto, días después, una
inauguración popular, con puertas abiertas.
Una
página brillante en la historia de la ciudad. Historia que esta
iniciativa de Ocio Costa Martiánez ha
realzado. Seguro que para despertar sensibilidad y conciencia en un
pueblo poco, muy poco dado, a ponderar su patrimonio.
El
ciclo de actos conmemorativos, pues, no pudo comenzar mejor. Los
mentores se sentirán estimulados, seguro. Suerte.
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