lunes, 24 de julio de 2017

FIASCO COLECTIVO

¿Hacia dónde va Canarias? Superado el ecuador de la legislatura, fracturada una alianza de gobierno que aparentaba solidez y solo tenía que dejar fluir una cierta continuidad con caras nuevas; frustrada otra por personalismos y recelos aunque también por carencia de un programa de bases concretas de interés común puesto al servicio de la ciudadanía; pendientes aún los consensos para revisar el sistema electoral; paralizada la renovación de las instituciones autonómicas y abrumada la radiotelevisión pública de las islas a un callejón sin salida, la respuesta es bastante difícil, máxime cuando a punto se está de entrar en el período vacacional. La gente tiene ganas de agosto: pareciera que nunca antes fueran tan deseados los bañadores y los reposos al fresco.
Pero estos factores, en medio de los asuntos domésticos que más interesan al personal, significan, de alguna manera, un fracaso colectivo en el plano estrictamente político. No funcionó un pacto -cuando casi todos decían que era el mejor para la Comunidad- y ni siquiera ha habido opción para ensayar otro. Y lo que es peor: no se aprecian intentos de hacer uso de las opciones que la normativa prevé para salir del impasse. En los estados mayores de las formaciones políticas deben andar flacos o agotados de ideas. O es que no quieren mojarse a la espera de que los agentes externos -incluidos los mediáticos- muevan ficha y se marque en la brújula lo que proceda, supeditado a lo que interesa. Fracaso es no entenderse con un buen soporte parlamentario, de un signo o de otro, y no acercar posiciones en busca de acuerdos para despejar la situación que esta vez parece tener menos agobios económicos que otras veces. Ni en las penurias ni en la bonanza parecen tener remedio los males canarios. La voluntad no bastó, las apelaciones casi a la desesperada, tampoco.
Lo triste del fiasco es que la solución, si la había, habría de venir de Madrid, con lo que se comprueba, una vez más, que en materia de dependencia política, seguimos muy constreñidos. La conclusión es que queda un gobierno monocolor minoritario y se adivina -salvo que los calores, los baños, los paseos y las excursiones sugieran nuevos enfoques- una incertidumbre mayúscula que nadie sabe cómo se resolverá, entre tanto agotamiento y tanto recelo. Inevitable escepticismo. La situación interna de los partidos, salvo excepciones, lo acentúa.
No es ponerse fatalista, después de todo lo que se ha vivido en la historia de la Comunidad, pero Canarias anda abocada al anquilosamiento. Mientras se mantengan las circunstancias.

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