¿Hacia
dónde va Canarias? Superado el ecuador de la legislatura, fracturada
una alianza de gobierno que aparentaba solidez y solo tenía que
dejar fluir una cierta continuidad con caras nuevas; frustrada otra
por personalismos y recelos aunque también por carencia de un
programa de bases concretas de interés común puesto al servicio de
la ciudadanía; pendientes aún los consensos para revisar el sistema
electoral; paralizada la renovación de las instituciones autonómicas
y abrumada la radiotelevisión pública de las islas a un callejón
sin salida, la respuesta es bastante difícil, máxime cuando a punto
se está de entrar en el período vacacional. La gente tiene ganas de
agosto: pareciera que nunca antes fueran tan deseados los bañadores
y los reposos al fresco.
Pero
estos factores, en medio de los asuntos domésticos que más
interesan al personal, significan, de alguna manera, un fracaso
colectivo en el plano estrictamente político. No funcionó un pacto
-cuando casi todos decían que era el mejor para la Comunidad- y ni
siquiera ha habido opción para ensayar otro. Y lo que es peor: no se
aprecian intentos de hacer uso de las opciones que la normativa prevé
para salir del impasse. En
los estados mayores de las formaciones políticas deben andar flacos
o agotados de ideas. O es que no quieren mojarse a la espera de que
los agentes externos -incluidos los mediáticos- muevan ficha y se
marque en la brújula lo que proceda, supeditado a lo que interesa.
Fracaso es no entenderse con un buen soporte parlamentario, de un
signo o de otro, y no acercar posiciones en busca de acuerdos para
despejar la situación que esta vez parece tener menos agobios
económicos que otras veces. Ni en las penurias ni en la bonanza
parecen tener remedio los males canarios. La voluntad no bastó, las
apelaciones casi a la desesperada, tampoco.
Lo
triste del fiasco es que la solución, si la había, habría de venir
de Madrid, con lo que se comprueba, una vez más, que en materia de
dependencia política, seguimos muy constreñidos. La conclusión es
que queda un gobierno monocolor minoritario y se adivina -salvo que
los calores, los baños, los paseos y las excursiones sugieran nuevos
enfoques- una incertidumbre mayúscula que nadie sabe cómo se
resolverá, entre tanto agotamiento y tanto recelo. Inevitable
escepticismo. La situación interna de los partidos, salvo excepciones, lo acentúa.
No
es ponerse fatalista, después de todo lo que se ha vivido en la
historia de la Comunidad, pero Canarias anda abocada al
anquilosamiento. Mientras se mantengan las circunstancias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario