Va
cobrando fuerza el término . El vocablo
es algo feo, cuando menos raro, pero se va abriendo paso a medida que
en el ámbito municipalista se van registrando cambios en orden a la
gestión de los servicios que un ayuntamiento ha de prestar.
El
concepto, también conocido como reinternalización, se
explica como aquella actuación de un ayuntamiento basada en la
recuperación de la gestión directa de servicios públicos que se
están prestando de forma indirecta. Algún autor sostiene que el
término debe ser delimitado con claridad pues a menudo se utiliza
con escaso rigor jurídico, lo que supone (según el profesor
zaragozano Cándido Marquesán Millán) pasar por alto algunos
aspectos que tienen una gran trascendencia práctica. La primera
precisión, pues, es esa: para remunicipalizar o reinternalizar, debe
existir un servicio que tiene el carácter de público y es prestado
por un ayuntamiento aunque sea de forma indirecta.
El
asunto abunda en el debate, ya clásico, a propósito de si es más
eficiente y hasta más barata la gestión privada de los servicios
públicos que la pública o prestada directamente por la
administración local. Los ayuntamientos españoles han experimentado
algunas modificaciones al respecto desde que las corporaciones
democráticas, a finales de los setenta del pasado siglo,
emprendieron la ardua tarea de funcionar con más cercanía a los
ciudadanos y mejorar sus condiciones de vida. Ha habido de todo,
resultados para todos los gustos que, en cualquier caso, habría que
analizar a partir de las características de cada municipio y las
razones que aconsejan la modalidad de la prestación. Ideológicamente
es indiferente: ayuntamientos de gobiernos progresistas o de izquierda
asumieron también el modelo privado que fue imponiéndose en la
década de los ochenta, fruto del impulso neoliberal. No tardó la
dicotomía: mientras la gestión pública se identificaba con
burocracia, ineficiencia y vicios de funcionamiento, la privada o
indirecta significaba -en la teoría- pasar la responsabilidad a
terceros (es decir, casi desentenderse), ganar en agilidad y procurar
beneficios para la ciudadanía.
En
definitiva, un escenario de pugilato, alimentado por intereses:
estigmatizar lo público y alimentar la creencia o la opinión de que
la gestión privada es mejor, más eficiente y hasta más barata. Con
el tiempo se ha demostrado que no es así y algunos se han caído, no
con todo el equipo porque las cuentas de resultados siempre se
resisten y buscan cualquier resquicio, sino con pruebas tangibles de
que la reducción de costes se hace a cuenta de la precarización de
las condiciones laborales de los trabajadores o mermando la calidad
de los servicios que se prestan. Ya son numerosos los casos en que
los contratos terminan saliendo más caros que la gestión directa.
Entonces,
la tendencia ahora es la de remunicipalizar o reinternalizar, aún
contrastado el afán de 'lobbys” y grupos de presión económica
que se revuelven para no perder posiciones... ni negocio. Pero datos
y números son llamativos. Veamos: en París, la remunicipalización
del agua ha significado la reducción de un 8 % en el importe de las
tarifas. En ciudades de Canadá, Reino Unido y Alemania se constatan
también disminuciones en prestaciones del servicio de recogida de
basuras, eléctrico o sanitario. En Munich (Alemania), las
autoridades municipales se están planteando la creación de un
servicio público de energías al cien por cien renovables para el
año 2025. Y en España, la experiencia del consistorio de León, con
votos de PP y PSOE, la titularidad municipal del servicio de limpieza
viaria y recogida de basuras, debe ser tenida en cuenta: ahorro de
ocho millones de euros y subrogación de más de doscientos puestos
de trabajo.
En
conclusión, siendo respetables las modalidades -por sus
rentabilidades las conoceréis-, se trata de estudiar a fondo la
viabilidad de la gestión directa de ciertos servicios públicos que,
según se va saliendo de la crisis, favorezca el interés general y
ponga blanco sobre negro ventajas y rendimientos. No está por demás,
con las experiencias acumuladas y con un elemental sentido
progresista, volver a poner en valor lo público, democratizado y
transparentado con todas sus consecuencias.
La
remunicipalización va.
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