miércoles, 5 de julio de 2017

GENARO



En Santa Úrsula dieron el lunes cristiana sepultura a Genaro Gómez, propietario de uno de los establecimientos más populares en esa ruta  norte tan rica en carne, pescado, pucheros, quesos, vino y otros manjares. Un guachinche, vamos; una venta; un salón de considerable altura en un edificio probablemente autoconstruido; uno de esos lugares donde ir a comer o cenar tiene los mismos estímulos de siempre. Más de una vez nos dimos cita en aquellas paredes acogedoras, donde se llegó a cantar, casi al unísono, La Internacional y el Cara al sol, tal era la heterogeneidad de su fiel clientela. Allí celebraban cumpleaños y algunas fechas señaladas, como la víspera de San Andrés, cuando el olor a castañas asadas se detectaba desde la calle.
En julio de 1989, le saludábamos, “A la sombra”, desde aquella columna que mantuvimos durante años en Diario de Avisos. Con el mismo título de esta entrada, decía así:
Genaro es de esas personas que puede ir por el mundo
sin apellidos pues todos le conocen y le identifican por su
nombre a secas, más que popular en Santa Úrsula y contornos,
más que pintoresco en esas escapadas que se ha dado
por el extranjero.
Genaro tiene dos habilidades: la de guardar un exquisito
equilibrio cuando tiene que servir a los del pueblo y la
Villa al mismo tiempo —los de-abajo dicen que siempre
guardan la mejor carne para los otros; en tanto que éstos
no se explican por que  los de abajo siempre tienen el mejor
vino—; y la de utilizar un peculiar método de sacar cuentas
que nada tiene que ver con calculadoras; pero que invariablemente
se cierran con números redondos para los
comensales.
Por la primera, Genaro siempre logra que las gentes de
arriba y abajo sigan coincidiendo en su "cátedra" ursulera,
con el arbitraje, por cierto, del alcalde de la localidad, al
que le reserva, por supuesto, algunas exquisiteces. Con la
segunda, sin más instrumento que el lápiz y el ojo del buen
cubero, mantiene el interés de los visitantes hasta el último
minuto, revisa por si las moscas y hay algún comentario de
disconformidad para terminar sirviendo, "animus compensandi",
el medio litro de la despedida.
Genaro es de esas figuras que pueblan la geografía interior
isleña, distinguiéndose por su quehacer, porque en solitario,
con los métodos más tradicionales, han sacado adelante
sus negocios y conservan un tipismo y un sabor que
erigen en los más significativos reclamos. Genaro brinda
con todos, de mesa en mesa, y termina siendo uno más en
aquellas donde la heterogeneidad de pensamientos o militancias
ideológicas cede ante la cordialidad, la amistad y el
entendimiento de gentes de pueblo que encuentra en casas
como la de Genaro, allá en Santa Úrsula, un primoroso refugio
en el que se recrean entre vino (s), carne y cuentas de
lápiz largo”.

Luego, Genaro hizo una fotocopia gigante de aquella columna, la enmarcó y la colgó de un estante tras el mostrador. Se convirtió en un motivo de diversión popular, claro. Como cuando le pilló el cambio de moneda y muchos se preguntaban ¿cómo sacará ahora las cuentas, acostumbrado como está, a manejarse con un fleje de billetes en el bolsillo? Pues él, habilidoso comerciante, lo hizo. Y siguió adelante. En la primavera de 1995, un grupo de sus clientes fijos le trasladó a medianoche a un hotel del Puerto de la Cruz donde los militantes socialistas quisieron que ganara unas elecciones internas, todavía no llamadas primarias. Genaro llevó una garrafa para brindar. Años después, la salud y la edad determinaron su retiro. Genaro se convirtió entonces en una referencia de ese peculiar modo isleño de disfrutar la gastronomía y compartir la amistad. Ahora, evocando sus métodos, le decimos el adiós definitivo.

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