jueves, 13 de julio de 2017

UN CORONEL TRISTEMENTE CÉLEBRE



En medio del ya crónico desbarajuste venezolano, ¿qué importancia puede tener que el Ministerio Público (Fiscalía) haya imputado al coronel de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), Bladimir Lugo Armas, como incurso en la presunta violación de derechos humanos cometida recientemente en la Asamblea Nacional Legislativa? Hombre, aparentemente ninguna, o escasa, sobre todo teniendo la gravedad de otros hechos en plena crisis política, institucional, social y económica que no se sabe dónde y cómo desembocarán. O si este otro dato, una inflación acumulada en el país en lo que va de año que ya alcanza el 176 %, no fuera lo suficientemente delicado como para hacernos una remota idea de lo que significará reequilibrar esa economía productiva o recuperarla para proporcionar una mínima estabilidad y trazar los horizontes de futuro, también muy incierto, sobra decirlo.
Pero es que ese coronel Lugo, responsable de la seguridad del Parlamento venezolano, ha protagonizado algunos hechos visibles en medios de comunicación y redes, uno de los cuales es el manifiesto ejemplo de lo que no debe hacerse por parte de un militar de alto rango. Resulta que va y se dirige al mismísimo presidente del Congreso –se deduce que, protocolariamente, es el número dos del país-, en una estancia del palacio legislativo y no solo rehúye las preguntas que este le formulaba a propósito del maltrato que habían recibido algunas señorías –entre ellas, varias mujeres- sino que se permite a voz en grito ufanarse de su mando en plaza (“¡soy el jefe de la unidad aquí”!) y hacer gestos ostensibles de que se retirase, zarandearle ligeramente y hasta empujarle por la espalda hacia la puerta de la estancia. Totalmente fuera de lugar. Inadmisible. Por mucho coronel que sea. Ese milico, en fin, es un cobarde. Por tal acción: eso no se le hace a ningún ciudadano y mucho menos a todo un presidente del Congreso.
Por tal acción, no se puede descalificar, desde luego, a todo un Ejército pero sí nos da una idea de cómo un hecho ¿aislado? plasma la actual situación interna de las Fuerzas Armadas venezolana. Y, sobre todo, su proyección al exterior. Lo peor es que después de tan “ejemplar” comportamiento, el coronel Lugo fue condecorado días después ni más ni menos que por el propio presidente de la República. De chiste, si no fuera de lo que se trata.
El caso es que, probablemente no contento con la “hazaña” –no hay más remedio que entrecomillar estos términos- el tristemente célebre coronel Lugo tuvo un papel cuando menos confuso en la invasión de la sede de la Asamblea por parte de un colectivo de ciudadanos que transgredieron las medidas de seguridad, agredieron a varios diputados, intimidaron a personal de la institución y ocuparon sus dependencia durante casi seis horas. ¿Dónde estaba, qué hacía el coronel Lugo mientras tanto? ¿Le condecorarán también por esa incierta función?
El Ministerio Público, de momento, le cita y le imputa cargos por presunta violación de derechos humanos. Hoy mismo tendrá que hacer su primera declaración. Quizás sea vitoreado como héroe antes de acceder a la fiscalía. Seguro que no entrará escondido en el maletero de un coche. Sus agresiones físicas y verbales serán analizadas a la espera de determinar las responsabilidades a que hubiere lugar.
Pero, claro, esos hechos no pueden quedar minimizados. Aunque la vida de las personas, en el curso de las protestas, sea lo más importante. Y aunque las dificultades de abastecimiento se vayan tornando insostenibles. Una inflación del 176 % en el curso del año no es moco de pavo. Sobre todo, cuando los pensionistas –al menos los que ya se han ido del país- ni siquiera reciben su paga, la recompensa proporcional de toda una vida de trabajo y cotizaciones.
Pero un coronel empujando y avasallando ante las cámaras a un dignatario, o no actuando como debiera ante la invasión de unos bárbaros, no es de recibo, no. Por fortuna –confiemos- ya tiene quien le impute.

No hay comentarios: