Noticias del edificio ‘Iders’,
abandonado a su suerte desde hace muchos años, tantos que vio hasta
un cambio de denominación en la vía donde se ubica, en el Puerto de
la Cruz, ahora avenida Familia Betancourt y Molina. Con el nuevo
mandato, parece que resurgen los intentos de solución para un
impacto urbanístico que refleja una cierta decadencia del corazón
turístico de Martiánez.
Noticias que son expresión de
voluntades: se trata de eso, de encontrar alternativas al
estancamiento, fruto de una situación urbanística complicada en la
que inciden las diferencias entre la multipropiedad. Hasta eso: la
comunidad de propietarios aparece disuelta.
Noticias que, dadas las
circunstancias, habrá que tomar con cautela si bien es positivo que
los nuevos gobernantes hayan tomado la iniciativa, la afronten con
seriedad y en el marco competencial correspondiente exploren vías
para desbloquear, incluida, según algunas fuentes, la expropiación.
Ahí tiene mucho que decir el Consorcio de rehabilitación que
dispone de la segunda fase del Plan de Modernización, Mejora e
Incremento de la Competitividad, el denominado PMM II, que sugiere
algunas líneas de actuación.
Lo importante es que esa
voluntad se plasme con decisión consensuada entre las partes. Que
éstas conozcan los pasos que se quiere dar. Que haya transparencia.
Y que el seguimiento sea primordial para una satisfactoria
ejecución. Se trata de una decisión estructural. Hay intereses en
juego y es natural que prime la claridad para superar, si es posible,
la controversia.
La impresión es que todos
quieren una solución: los responsables político-administrativos,
los propietarios -aunque, como comunidad estén disueltos- y los
ciudadanos en general que han visto pasar el tiempo con un adefesio
en el que se cebó una suerte de maldición a raíz de haberse
detectado una afección parcial de aluminosis que obligó a medidas
enredadas en un bucle al que ahora intentan -esperemos que con
acierto y éxito- eliminar nudos.
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