martes, 30 de julio de 2019

POTENCIA EDITORIAL, POTENCIA LECTORA


Hay que leer más. Más y mejor. Cada vez que surge una iniciativa que trate de impulsar el fomento y los hábitos de la lectura, hay que poner interés, sobre todo pensando en las repercusiones beneficiosas y en la conciencia crítica y bien sustanciada de la ciudadanía.
Es el caso del Pacto de Estado por la lectura y el libro promovido por el ministro de Cultura, José Guirao, y asumido por la Federación de Gremios de Editores de España cuyo presidente, Miguel Barrero, ha declarado que tal pacto debe tener un efecto movilizador y contar con los recursos necesarios. Hay que implicar, por consiguiente, a la sociedad civil.
La idea servirá para confirmar que España sea potencia lectora después de haber conseguido convertirse en una potencia editorial.
En efecto, el denominado Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de libros revela índices en progresión referidos a mayor interés en los libros y al tiempo dedicado a leer. Pero sigue existiendo preocupación por la calidad de esta lectura. Esa es una de las razones que motiva el Pacto: planes para seguir amando la lectura y para saber escoger géneros y contenidos.
El Encuentro de la Edición celebrado en Santander la pasada semana se dio un primer impulso a la iniciativa. Se habló de lectura y de comprensión lectora, dos cuestiones primordiales para el desarrollo de una sociedad bien formada que sea capaz de distinguir soportes informativos y bibliográficos y, sobre todo, de no tragar, sin más, subproductos audiovisuales que tanto daño causan y terminan embruteciendo a las personas. La académica Carmen Riera, presente en la cita santanderina, abundó al respecto en la necesidad de crear lectores: “Pero hay que empezar por creaar el hábito y para ello es necesario inculcar el gusto por los libros desde la infancia”, manifestó.
Potencia editorial y potencia lectora: suena bien y hay que esmerarse para lograrlo. Para hacer que ese pretendido Pacto se consume fehacientemente. La respuesta del sector editorial debe ser también determinante: se trata de recuperar el papel que tuvieron los editores en el pasado cuando fueron considerados, en tiempos de opciones de comunicación y difusión más reducidas, dinamizadores de la sociedad. Que la Federación asuma la iniciativa es un primer paso ilusionante, una declaración de intenciones que entraña un compromiso el cual debe reflejarse con promociones, políticas concertadas de edición, facilidades de acceso, bibliotecas y precios para todos los bolsillos.

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