Han
homenajeado a Ramón Castilla Yanes, Pepín, trabajador
municipal, ya jubilado, vinculado al área de fiestas y servicios (y
a lo que hiciera falta), de quien hemos escrito en varias ocasiones
ponderando su dedicación y su celo, también su singular
personalidad.
El
hombre lo ha agradecido (“primera vez desde que me jubilé hace
dieciséis años que me invitan a un acto de fiestas”, llegó a
decir), sentado junto a hijas y nietos, ayudándose con un bastón y
con su audífono activado para entender las loas que le dirigieron y
la interpretación de la folía que hizo su amigo, Santiago
Melián, para poner colofón al acto fundiéndose en un abrazo,
mientras el lagrimal -al que no pudo escapar ni Manuel Artiles, el
pregonero- se desbordaba en la plaza de la Iglesia, al pie de la
torre de la Peña de Francia, tan bien descrita, por cierto, por
Eduardo Zalba, apenas veinticuatro horas antes en el salón de plenos
del Ayuntamiento.
Pepín
Castilla -no faltó no el sobrenombre Campolimpio-
hizo
de todo en un Ayuntamiento en el que vivió el régimen
preconstitucional y la instauración de la democracia. Como que llegó
a instalar los paneles donde pegaban los fotocarteles de los
candidatos. Y a confeccionar los decorados del parque San Francisco,
su auténtico centro de opèraciones. Y a rematar carrozas, junto a
Jiménez y maestro Barroso. Y a organizar las cabalgatas de gigantes
y cabezudos. Y a distribuir al peso las castañas de San Andrés. Y
hacer de taquillero. Y organizar cabalgatas y desfiles.
En
cierta ocasión, tras ultimar los preparativos del coso en Martiánez,
pidió a un policía local que le llevara en moto hasta la tribuna,
donde pronunció una célebre frase:
-¡Cierro
el circuito!
Hay
otra, menos célebre, cuando una crisis institucional en el Club
Deportivo Puerto Cruz que presidía Alberto Hernández Illada estuvo
a punto de producir una incomparecencia en el campo del San Andrés y
la probable pérdida de la categoría. Cuando los ánimos pintaban
peor, Pepín exclamó:
-¡Háganlo
municipal!
Vio
pasar alcaldes, concejales y corporaciones. Procuró servir con
entrega y denuedo. La fiesta era su vida y a ella se dedicó sin
reservas. Cuando algo se perdía o había una gestión inconclusa,
Pepín lo arreglaba. Para un incendio, un traslado, un certamen, una
escenificación cultural o un acto público, ahí estaba, siempre
predispuesto. Su versatilidad llegó a tal extremo que una vez
auxilió al mismísimo director de decoración de TVE, Paco Bello, a
quien facilitó las medidas para el trazado de los escenarios que
lució el parque San Francisco en ocasión de la Muestra
Internacional del Atlántico.
Ayer
recibió una afectuosa prueba de reconocimiento por su dedicación,
por su entrega, por su entusiasmo. Y aunque no le veamos este año al
frente de los cargadores de la Virgen del Carmen ni ordenando su
acceso por la orilla del muelle, nos quedaremos siempre con su
actitud tesonera, no exenta de gracejo y emotividad como cuando le
pedía a Los Rumberos -a Monzón, concretamente- “algo especial
para el Puerto” y les hacía entrar a la pasarela del parque desde
la calle o como cuando extasiado veía y sentía los fuegos en honor
del 'Viejito'.
Felicitaciones
Pepín.
1 comentario:
Que bonito
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