Pues ahora resulta que en esas listas del paro que vienen engrosándos sistemáticamente, salvo algunos períodos muy concretos, hay personas que disponiendo de una oportunidad, la rechazan. Somos incorregibles. Picaresca inagotable. Acomodados. Gandules. Indolentes. Somos de lo que no hay, mejor, somos como somos.
Lo ha detectado el Servicio Canario de Empleo (SCE) que proclama, además, su asombro pues "un importante número de personas rechaza un empleo". El caso más reciente se ha registrado en una convocatoria para la contratación de parados procedentes del sector de la construcción. El SCE había concedido subvenciones a los cabildos insulares para desarrollar actuaciones en las que se alterna un módulo de formación para recualificar a estas personas desempleadas con el finde que puedan desarrollar su actividad laboral en otros sectores.
Según la versión oficial de este Servicio, tras la etapa de formación, los parados pasan a trabajar durante seis meses para adquirir una experiencia práctica, de mod0o que la combinación de la formación y experiencia laboral les sitúa en mejores condiciones para acceder en el futuro a un puesto de trabajo. Hasta 387 parados canarios procedentes de la construcción podían acogerse a esta modalidad.
Pero resulta que no. Que muchos han dicho nones. Que nada de trabajo y de formarse, menos. No es nueva la situación: en un ayuntamiento, en los años ochenta, ya surgió una situación similar, cuando el antiguo Instituto Nacional de Empleo (INEM), en concierto con las corporaciones locales, propiciaba cursos para la formación en idiomas y pagaba por ir a clase. Asombrosamente, ni clase ni idioma. No acudían y la iniciativa casi fracasó del todo.
Es nuestra forma de ser, se dirá. Activos para protestar y demandar, activos para estar en las colas en busca de una entrada para un espectáculo deportivo por ejemplo, pero incapaces de sacrificarse para dedicar tiempo a la formación, disciplinarse y enriquecer los conocimientos para volver a tener un trabajo.
Hasta parece una insolencia, además de constituir un presunto fraude, al menos en aquellos casos en que, recibida la oferta para incorporarse a esta iniciativa, es rechazada por quienes alegarán que no les interesa. Debe estar en la norma: si están recibiendo prestaciones o ayudas económicas, se incurre en fraude.
La información no deja de sorprender y pone de relieve, cuando menos, escasa voluntad de sacrificio y hasta muy poca predisposición para el trabajo. En cualquier caso, cuando se conozcan las informaciones sobre el incremento del número de desempleados volverán las oscuras golondrinas del catastrofismo y de las culpas al Gobierno. Pero, con informaciones como la que comentamos, se deduce que no es drama todo lo que reluce.
Incorregibles.
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