"Este libro tiene una deuda impagable con las familias de los chicos que han muerto durante su viaje hacia Europa. Ellos han revivido su dolor para que yo pudiera contarlo. Es una responsabilidad muy grande. Espero no haberles defraudado", puede leerse en la introducción de "Los invisibles de Kolda" (Ediciones Península, 2009), la obra de José Naranjo y Magec Montes de Oca inspirada en aquel naufragio de un cayuco ocurrido en la primavera de 2007 que se cobró la vida de 160 jóvenes procedentes de la región de Kolda, localizada al sur de Senegal.
Somos amigos de los autores, es más, con uno de ellos, Montes de Oca, trabajamos codo a codo en el tráfago cotidiano de los afanes municipalista. Con Naranjo contrastamos informaciones y análisis en los tiempos que anduvimos por la Delegación del Gobierno y el fenómeno de la inmigración irregular eclosionaba.
Duros días aquéllos, ¿verdad, Pepe?, aprendizaje permanente de una tragedia humanitaria. De ahí que el acto de presentación del libro en Casa Africa (Las Palmas de Gran Canaria), con estimable asistencia de amistades y compañeros de trabajo, se desenvolviera en una atomósfera de espontaneidad y tuviera hasta ribetes de emoción, no sólo por los testimonios de los autores que fueron desgranando su experiencia "en las tierras donde no hay un estanque ni un tractor" sino por los testimonios que aportaron algunos de los asistentes, transidos del dolor y del desgarro que significan la pérdida de vidas humanas.
El libro empezó como una aventura, seguro que no tan incierta como la que emprendieron los jóvenes de Kolda de los que nunca más se supo, y termina conmoviendo. Se habla, con una escritura atrayente desde la primera línea y con fotos muy ilustrativas, "de muertos sin nombre, menores frustrados por no poder trabajar y mutilados de los cayucos".
Las páginas de "Los invisibles de Kolda" son el rostro de la tragedia. Los autores no se recrean en el drama sino que plasman su experiencia personal labrada allí en el escenario natural, lo comparten con quienes se quedan, con quienes agradecen que alguien se haya ocupado de ellos, acaso para transmitir una simples palabras de ánimo, un abrazo o un saludo emocionado. Las lágrimas sí son visibles.
El libro es una invitación, otra más, a la reflexión sobre el estado de la cuestión africana, sobre la realidad de la inmigración irregular, la gran asignatura pendiente para gobiernos, instituciones y poderes públicos.
Unas páginas que conmueven desde la deuda apuntada al principio. Unas páginas llenas de vida que hacen visible la tragedia de Kolda, la misma de otros muchos lugares.
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