miércoles, 2 de junio de 2010

AFÁN DE ANTICIPO

Es uno de los hechos más llamativos que caracteriza a la sociedad portuense: esa cierta manía de anticipar el fallecimiento de las personas, de aquellas que están enfermas o llevan un tiempo ausentes de los lugares cotidianos que frecuentaban. De pronto, con una facilidad y con una velocidad pasmosas, se extiende la noticia de la muerte que, en muchos casos, no se ha producido, luego esa es la realidad, gozosa, siquiera por unas horas o por unas fechas, que la gente se apresura a destacar, en un ejercicio colectivo de desmentido digno de encomio.

Nos pasó en primera persona. Rescatamos el episodio porque cobró trascendencia pública y costó el natural disgusto personal y profesional. Hace muchos años, ya abierta la delegación de Diario de Avisos en su actual sede de la calle San Juan, al finalizar la jornada y en el trayecto a casa, hasta tres personas nos anunciaron el fallecimiento de Esteban de León González, un personaje popular que era repartidor de periódicos. Llevaba hospitalizado varias semanas. Al llegar a casa, telefoneamos al director del periódico con la noticia. Leopoldo Fernández indicó que volviera a la delegación y escribiera una necrológica que él mismo tomaría por teléfono.

Era miércoles santo. Redactamos treinta líneas glosando la personalidad de Esteban, que se había inventado una canción parafraseando a Micky en “Enséñame a cantar”. Era así: “Esteban, concejal/ Esteban, concejal. Y el que no quiera a Esteban/ que se mande a mudar”. La nota, escrita con todo el afecto del mundo, se titulaba “Adiós, Esteban”.

Al día siguiente, festivo, por la mañana, un amigo nos esperaba en la plaza:
“¡Muchacho! ¿Tú escribiste en el periódico que se murió Esteban? No es cierto. Se lo encontraron tirado en el suelo de la habitación de la clínica pero lo recuperaron. Está todo el mundo comentándolo, que cómo es posible que se publicara eso, cuando no es verdad”.

Como se suele decir, el alma se vino a los pies. No sabíamos cómo proceder mientras barruntaba una explicación llena de disculpas para los familiares. Aguardamos a la llegada del director para contarle lo sucedido. No teníamos otra justificación que hasta tres testimonios distintos habían informado de un óbito no producido. Desde entonces, nos hemos hecho cargo de todas las bromas y chanzas que generó la situación. En la clínica, hicieron fotocopias de lo publicado que circularon de mano en mano. Al día siguiente, Viernes Santo, el periódico insertó otra glosa titulada “¡Hola, Esteban!”, en la que se congratulaba de que Esteban de León siguiera con vida y en la que se explicaba lo que había sucedido. Fue una rectificación muy 'sui géneris', con un texto en el que se aludía a aquella célebre nota del “Times” londinense, diario que presumía de no rectificar jamás. En cierta ocasión, cuando publicó la noticia del fallecimiento de un 'lord' inglés, fallecimiento que no se había producido, en el número posterior insertó una breve nota que empezaba así:
“Ayer volvió a la vida...”.

Bueno, pues valga el episodio de Esteban para contrastar cómo en el Puerto de la Cruz se precipitan a menudo rumores e informaciones que dan cuenta de la muerte de las personas. No es un afán morboso, no. Ni ganas de “matar” antes de tiempo. Todo lo más, afán de anticipo. Aparte de que sirven para contrastar lo pequeño o lo reducido de la ciudad, en la que tan rápido circulan dichos y noticias, aunque sean falsas, es como si se desataran las ganas de transmitir algo que, por doloroso siempre, causa sorpresa o llama la atención.

Luego, empiezan los comentarios y las preguntas. ¿Dónde está? ¿Cuándo es el sepelio? ¿Dónde lo llevan? Ya no quedan más hermanos, se lleva X días con tal pariente, me enteré esta mañana, me lo dijo mi cuñado, ya descansó...

Pero, a menudo, se dan situaciones de este tipo que, en cierto modo, dan sentido a la frase: “En lenguas del Puerto te veas...”. Y es que la muerte, otro dicho, siempre trae disculpas.


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