La entereza y la dignidad con que sobrellevó el cáncer no tiene parangón. No recordamos, de verdad, un caso igual.
Una mujer emprendedora, generosa y dinámica. Llena de encanto personal. Comprometida con los más desfavorecidos, con las causas nobles y justas, con el medio ambiente, con la salvación del planeta, con el progreso de los pueblos.
Atenta, perspicaz, documentada, desprendida...
Resa, Teresa von Levetzow, llevaba entre nosotros unos cuantos años. No parecía alemana si se la escuchaba hablando en español. Respiraba canariedad. Le encantaba el costumbrismo y su curiosidad la impulsó siempre a preguntar los orígenes y las raíces de nuestras tradiciones. Hizo del periodismo un oficio serio. Máxime cuando tenía que traducir. Obsequiaba su sonrisa de forma gratificante. Pero también otorgaba su mirada de disconformidad o de disgusto con un implícito sentido de la tolerancia.
Resa estaba enferma pero no lo aparentaba. Lo sabíamos pero no lo comentábamos. La veíamos tan alegre, tan predispuesta, que cualquier referencia estaba proscrita de antemano. Se ha ido despacio y en silencio, el sol vino a buscarla temprano, allá en Innsbruck, Austria. Está previsto un último adiós el próximo sábado 19, en la ermita de San Telmo. Sin flores ni luto: ella sólo quiere que quienes aquí se quedan sigan luchando, en la medida de sus posibilidades, en la investigación contra males cancerígenos.
Aquí, entre nosotros, deja una obra interesantísima de dedicación y sensibilidad. Pionera en ediciones periodísticas alemanas, junto a Hannelore Lindner y Ulrike. Der Wochenspiegel, primero; y Wochenblatt, después. Un trabajo riguroso el suyo.
Qué pena: ahora mismo hemos de borrar sus señas del directorio de 'mails'. Pero siempre la recordaremos como una periodista de casta y una mujer generosa. Descanse en paz.
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