Eduardo, el meta portugués, fue el mejor de su equipo pero encajó su primer gol en siete partidos consecutivos y los de Carlos Queiroz entonaron el fado de su adiós al Mundial. Villa superó al arquero en una de las muchas ocasiones que dispuso el cuadro español: lo hizo con el olor del gol que tienen los delanteros que están en racha, que ven puerta casi en cada remate.
España ganó bien, con solvencia. Su mejor partido en la cita de Sudáfrica. Sólida defensivamente, bien trenzada en el medio terreno y peligrosa siempre en ataque, aunque Fernando Torres siguiera negado. Del Bosque descubrió a otro Fernando, Llorente, que salió en la segunda mitad para desequilibrar sensiblemente el juego porque remató y maniató a sus vigilantes, porque abrió huecos y jugó de espaldas como lo hacen los grandes, como lo harían Van Nistelrooy o Milito.
El primoroso comienzo español (tres paradas de Eduardo y un córner en los primeros diez minutos) fue diluyéndose sin que Portugal (salvo en un lance ante la enésima cabriola del jabulani disparado por un atacante luso) hiciera grandes alardes. Demasiado dependiente de Cristiano el juego de los lusitanos. Y cuando no hay acierto en la individualidad, se termina cayendo en la rutina. Confiado en su bloque defensivo, para Portugal todo era cuestión de aprovechar un espacio en el que brotaran la genialidad de Cristiano o de Almeida.
España, en conjunto, jugó mejor. Y ganó con justicia. Exhibió las virtudes que han caracterizado su producción a lo largo de los últimos tiempos, tras la conquista de la Eurocopa. Su desempeño fue el que puede esperarse. Transmitió buenas vibraciones porque jugó con convicción, asentada sobre los pilares de una cobertura recia capaz de desdoblarse por los flancos y sobre el control de sus mediocampistas, a los que sólo cabe reprochar que anduvieran una fase del partido sin movilidad y sin desmarque.
Pero cuando el eje Xavi-Busquets-Alonso-Iniesta está bien articulado y gira con seguridad, no sólo el equipo alcanza velocidad de crucero sino que llega con facilidad y genera peligro. Lástima el desacierto de Torres. Porque de Villa puede esperarse cualquier cosa, en cualquier momento, aunque los técnicos de los equipos rivales ya habrán notado su tendencia: caer por la izquierda, verticalidad y búsqueda de posición de remate como sólo los hacen los grandes. Hasta se le perdona que sea un poquitín goloso.
España solventó su papeleta más difícil en este Mundial y de la forma que lo hizo, con perseverancia y sin triunfalismos absurdos, volvió a ilusionar a la busca de su mejor clasificación histórica. El país aparcó la crisis y volvió a vibrar. Casillas resopló y Busquets se doctoró. Hasta Marchena tuvo sus minutitos.
Alguien recurrió días pasados, en referencia a Luis Aragonés, al “¿por qué no te callas?” que Su Majestad espetó al presidente venezolano hace unos años. Un futbolista de la selección argumentó que esa es la forma con que el ex seleccionador les sigue animando. Acaso un exceso de escepticismo en el 'sabio de Hortaleza' que predijo negros nubarrones frente a Portugal para encontrarse con un horizonte de juego despejado y con escasas turbulencias que nunca hicieron peligrar el resultado.
Más o menos desconfiado, da igual, lo cierto es que España es una de las tres selecciones europeas que se ha colado entre los ocho finalistas. Aguarda Paraguay, con un buen conocido de la afición tinerfeña, 'Tata' Martino. El cuadro guaraní, sin mucho brillo individual, está bien ensamblado y se mueve por ese impulso que ha dado a su papel futbolístico.
España no podrá confiarse, desde luego. Por eso, debe volver a lucir las cualidades que mostró ante Portugal. Lo dijo Del Bosque al final: “Jugando así, es difícil que nos superen”.
España ganó bien, con solvencia. Su mejor partido en la cita de Sudáfrica. Sólida defensivamente, bien trenzada en el medio terreno y peligrosa siempre en ataque, aunque Fernando Torres siguiera negado. Del Bosque descubrió a otro Fernando, Llorente, que salió en la segunda mitad para desequilibrar sensiblemente el juego porque remató y maniató a sus vigilantes, porque abrió huecos y jugó de espaldas como lo hacen los grandes, como lo harían Van Nistelrooy o Milito.
El primoroso comienzo español (tres paradas de Eduardo y un córner en los primeros diez minutos) fue diluyéndose sin que Portugal (salvo en un lance ante la enésima cabriola del jabulani disparado por un atacante luso) hiciera grandes alardes. Demasiado dependiente de Cristiano el juego de los lusitanos. Y cuando no hay acierto en la individualidad, se termina cayendo en la rutina. Confiado en su bloque defensivo, para Portugal todo era cuestión de aprovechar un espacio en el que brotaran la genialidad de Cristiano o de Almeida.
España, en conjunto, jugó mejor. Y ganó con justicia. Exhibió las virtudes que han caracterizado su producción a lo largo de los últimos tiempos, tras la conquista de la Eurocopa. Su desempeño fue el que puede esperarse. Transmitió buenas vibraciones porque jugó con convicción, asentada sobre los pilares de una cobertura recia capaz de desdoblarse por los flancos y sobre el control de sus mediocampistas, a los que sólo cabe reprochar que anduvieran una fase del partido sin movilidad y sin desmarque.
Pero cuando el eje Xavi-Busquets-Alonso-Iniesta está bien articulado y gira con seguridad, no sólo el equipo alcanza velocidad de crucero sino que llega con facilidad y genera peligro. Lástima el desacierto de Torres. Porque de Villa puede esperarse cualquier cosa, en cualquier momento, aunque los técnicos de los equipos rivales ya habrán notado su tendencia: caer por la izquierda, verticalidad y búsqueda de posición de remate como sólo los hacen los grandes. Hasta se le perdona que sea un poquitín goloso.
España solventó su papeleta más difícil en este Mundial y de la forma que lo hizo, con perseverancia y sin triunfalismos absurdos, volvió a ilusionar a la busca de su mejor clasificación histórica. El país aparcó la crisis y volvió a vibrar. Casillas resopló y Busquets se doctoró. Hasta Marchena tuvo sus minutitos.
Alguien recurrió días pasados, en referencia a Luis Aragonés, al “¿por qué no te callas?” que Su Majestad espetó al presidente venezolano hace unos años. Un futbolista de la selección argumentó que esa es la forma con que el ex seleccionador les sigue animando. Acaso un exceso de escepticismo en el 'sabio de Hortaleza' que predijo negros nubarrones frente a Portugal para encontrarse con un horizonte de juego despejado y con escasas turbulencias que nunca hicieron peligrar el resultado.
Más o menos desconfiado, da igual, lo cierto es que España es una de las tres selecciones europeas que se ha colado entre los ocho finalistas. Aguarda Paraguay, con un buen conocido de la afición tinerfeña, 'Tata' Martino. El cuadro guaraní, sin mucho brillo individual, está bien ensamblado y se mueve por ese impulso que ha dado a su papel futbolístico.
España no podrá confiarse, desde luego. Por eso, debe volver a lucir las cualidades que mostró ante Portugal. Lo dijo Del Bosque al final: “Jugando así, es difícil que nos superen”.
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