Subir impuestos, sí o no, esa es la cuestión. La tiene planteada el Gobierno de Canarias, más concretamente, difieren el presidente y el vicepresidente: el primero, a favor; el segundo, oponiéndose, claro, siquiera para encontrar un átomo de coherencia en la multiplicidad discursiva relativa a las crisis, a las alternativas, a los modelos y a todos los derivados.
Las diferencias han sido evidentes pero, como tantas otras veces, apenas han merecido un juicio crítico de la oposición en términos de guirigay. En Canarias, la cosa sigue igual. ¿Qué más da que Rivero y Soria expongan en público sus diferencias cuando luego va a haber fotos e imágenes del consejo de gobierno, reflejo de que aquí no pasa nada?
-Tú, a lo tuyo, presidente; sigue coqueteando con los socialistas, garantízales los presupuestos estatales, no te preocupes por esos artículos críticos que no los lee nadie y derrocha ese populismo que la política pseudonacionalista te ha regalado que para eso dispones de la 'tele' a tu antojo, procesiones incluiidas.
-Y tú tranquilo, vice, que de materia impositiva sólo saben unos pocos. Ya has visto: ni los empresarios han rechistado, con lo que les gusta una llantina. Si discrepamos en esto, ya escampará. Y hablando de 'tele', menuda aparición la tuya en el 'Telecanarias, presumiendo de iPad y todo.
Se conducirán así, o menos; se entretendrán con estas diferencias y las zanjarán por cualquier atajo intermedio, dirán que todos los matrimonios tienen sus discordias pero lo cierto es que la cuestión resulta lo suficientemente seria como para no estar con devaneos de este tipo, claramente indicativos de confusión y contradicciones.
Que el presidente diga un día que es inevitable la subida de impuestos si es que se quiere mantener la calidad de los servicios; y que apenas veinticuatro horas después, el vicepresidente responsable económico le contradiga, aunque no aporte alternativas, revela, cuando menos, una divergencia sustantiva, acreedora de una aclaración.
Y es que los contribuyentes se merecen un respeto.
Las diferencias han sido evidentes pero, como tantas otras veces, apenas han merecido un juicio crítico de la oposición en términos de guirigay. En Canarias, la cosa sigue igual. ¿Qué más da que Rivero y Soria expongan en público sus diferencias cuando luego va a haber fotos e imágenes del consejo de gobierno, reflejo de que aquí no pasa nada?
-Tú, a lo tuyo, presidente; sigue coqueteando con los socialistas, garantízales los presupuestos estatales, no te preocupes por esos artículos críticos que no los lee nadie y derrocha ese populismo que la política pseudonacionalista te ha regalado que para eso dispones de la 'tele' a tu antojo, procesiones incluiidas.
-Y tú tranquilo, vice, que de materia impositiva sólo saben unos pocos. Ya has visto: ni los empresarios han rechistado, con lo que les gusta una llantina. Si discrepamos en esto, ya escampará. Y hablando de 'tele', menuda aparición la tuya en el 'Telecanarias, presumiendo de iPad y todo.
Se conducirán así, o menos; se entretendrán con estas diferencias y las zanjarán por cualquier atajo intermedio, dirán que todos los matrimonios tienen sus discordias pero lo cierto es que la cuestión resulta lo suficientemente seria como para no estar con devaneos de este tipo, claramente indicativos de confusión y contradicciones.
Que el presidente diga un día que es inevitable la subida de impuestos si es que se quiere mantener la calidad de los servicios; y que apenas veinticuatro horas después, el vicepresidente responsable económico le contradiga, aunque no aporte alternativas, revela, cuando menos, una divergencia sustantiva, acreedora de una aclaración.
Y es que los contribuyentes se merecen un respeto.
1 comentario:
Escribes, Salvador que "la cuestión resulta lo suficientemente seria como para no estar con devaneos". El problema, a mi modo de entender, y que tampoco quiere ver la oposición -qué paradojas-, es que cada vez somos más los 'externos' que observamos el caminar de la perrita y comprobamos estupefactos que somos un mero carrito de verga, que ahora conduce Paulino y luego se lo presta a José Manuel para que lo maneje un fisquito. Esperemos que Rita no lo pida prestado: lo mismo nos acaba de escacharrar.
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