El septiembre que se inicia tiene todo el simbolismo del arranque del curso político que terminará en las elecciones autonómicas y locales de mayo del año próximo. Como si de la antigua reválida se tratase. Asignaturas pendientes se confunden con propósitos exigentes mientras el más delicado proceso al que se enfrenta una organización política, la confección de las candidaturas, ya asoma envidias e insidias y puede que unas pocas renuncias, teñidas de desencanto. La noria de las expectativa seguirá girando a la misma velocidad pero que nadie aguarde milagros: mientras no sea modificada la normativa electoral, esa noria repetirá estaciones y reeditará alianzas. El valor de la aritmética frente al posibilismo inútil.
El septiembre tiene todo el calor del mismo mes de años anteriores, registros de incendios devastadores en Tenerife y en La Gomera. Y brinda fiestas insulares y locales, concentraciones romeras y celebraciones populares para cultivar el costumbrismo. Estimula las labores de la vendimia, devuelve la cruda realidad cotidiana, marca el final de trayectos laborales y la reincorporación de quienes aún tienen la fortuna de seguir trabajando e impulsa la salida vacacional de no poca gente.
Ya está aquí para que todo vuelva ser igual. Unos pocos días, el síndrome ése, la adaptación hasta recobrar el ritmo y todo o casi todo, como antes.
La noria que gira..., la noria de septiembre.
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