jueves, 25 de abril de 2019

EL SELLO DE CÉSAR


César Manrique hubiera cumplido ayer cien años. Lo recordamos en Icod de los Vinos, en ocasión de la presentación de la producción pictórica de Jaime Estévez, que trabó amistad con el lanzaroteño y colaboró con él en iniciativas que exaltaban el Drago. En su isla y en otras localidades han rendido tributo a la figura de César. Los testimonios de reconocimiento y admiración se amontonan.
De su obra y de su filosofía está casi todo dicho. César perdura. Queda su sello. Y la apelación a su defensa de la naturaleza es constante. Armonizarla y no destruirla fue su obsesión. Su mensaje perdura. Caló pero no tanto quizá.
Al Puerto de la Cruz, por cierto, aportó un impulso decisivo para su transformación definitiva, mejor dicho, para la innovación y cualificación de su oferta turística. El modelo del Lago de Martiánez fue asimilado en otras poblaciones. El impacto fue evidente. Hay un antes y un después de la ciudad con el Lago, construido con un generoso esfuerzo de las administraciones.
No quedó ahí su imaginación: también están el paseo de San Telmo y Playa Jardín para acreditar sus concepciones geniales de integración y de respeto al medio natural para disfrute de nativos y visitantes.
El Ayuntamiento le distinguió con sus más altas condecoraciones. El nombre de César Manrique está indisolublemente ligado al municipio. Una vez, en broma, en uno de aquellos arrebatos, nos dijo: “Si le voy a cobrar al Puerto en royalties, de dónde sacaría…”.
Pensar que la directiva de la fundación heredera que lleva su nombre salió a reunirse por primera vez lejos de Lanzarote y no le fue permitido hacerlo en el Complejo Turístico Costa Martiánez, en aquel núcleo que él contribuyó a crear, es como para deprimirse.
En fin, cosas que pasan y que, en el fondo, no deberían suceder pero que, en este mandato, no son de extrañar.

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