Mañana
miércoles se cumplen cuarenta años de las primeras elecciones
democráticas municipales que significaban un avance en la
construcción de la nueva institucionalidad, otro paso hacia la
consolidación del sistema y la voluntad clara de abrir un nuevo
ciclo en lo centros de poder más próximos a la ciudadanía. Era un
salto importante en un proceso social lleno de innovaciones, de
aspiraciones, de afanes modernizadores y que habría de ser
determinante -eso que muy bien podría definirse como un antes y un
después- para transformar la vida de los ciudadanos. En efecto, el
norte era claro: rumbo a la democracia.
Algo
hemos escrito sobre el valor de esa fecha. Al menos, el que
concedemos los municipalistas o los que hemos tenido
responsabilidades públicas en su ámbito. Los ayuntamientos han sido
y serán una excelente escuela de aprendizaje político. A ella
llegaron numerosos vecinos sin mayor experiencia que la atesorado en
asociaciones más o menos reivindicativas. En ellas, en el tránsito
hacia un nuevo modelo convivencial en el que tanto había que
descubrir, aprendieron que lo importante era el interés general. O
lo que es igual, el trabajo comunitario, para que cristalizara
cualquier proyecto o para que, más llanamente, se llevaran a cabo
las fiestas del pueblo o del barrio.
Hubo
que reestructurarlo todo. O casi todo. Hubo que invertir notables
esfuerzos mientras las modificaciones legislativas iban aplicándose,
y las nuevas estructuras y el nuevo funcionamiento nos acercaban a
las concepciones y a los esquemas de desarrollo democrático.
Es
bueno volver a referirse a aquella fecha. Hay una plaza con el rótulo
'3 de abril', en el Puerto de la Cruz. La misma denominación puede
encontrarse en otras ciudades y municipios de Canarias y de España.
Es como si fuera un homenaje permanente a la democracia. Y en la
memoria hay que consignar los nombres de aquellas personas, mujeres y
hombres, que integraron las primeras corporaciones locales salidas de
las urnas y que trabajaron para engrandecer sus localidades pero,
sobre todo, para dar sentido a la convivencia a la convivencia
democrática, al diálogo, al consenso y a la eficacia que los
vecinos también iban aprendiendo sobre la marcha, igual de
ilusionados, igual de entusiastas. Hasta quienes gozaron de mayorías
absolutas supieron repartir delegaciones y competencias para acentuar
la pluralidad y la correponsabilidad. Y allí donde hubo que pactar
pues se impartieron cursos acelerados de cultura política para
acreditar que el entendimiento era posible y que de ello se
beneficiaba la ciudadanía.
Aquel
primer mandato municipalista fue un ciclo lleno de experiencias, de
avances sociales y participativos, de aprendizaje y de ganas de
aportar todo lo que podía esperarse en la nueva etapa sociopolítica
que se iniciaba en el país.
La
fecha quedó en la memoria. Y es positivo recordarla y rendir tributo
testimonial. A la fecha y a todas aquellas personas que ejercieron
sus cometidos de alcalde y concejales, aprendiendo y ejecutando a la
vez, sobre la marcha, pero con voluntad indiscutible de crecer y
cualificarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario