Claro
que es, por muchas razones, una entrevista histórica la concedida
por el Papa Francisco al programa de Jordi Évole, en La Sexta,
emitida el pasado domingo. Un documento periodístico excepcional,
pleno de mensajes, apto para captar gestos, reflexivo y hasta
propenso a interpretaciones críticas de alguna respuesta de Su
Santidad. Pero quedaron los valores periodísticos y testimoniales,
eso es indudable. Con una audiencia de cuatro millones y medio de
espectadores, la entrevista es uno de los grandes hitos mediáticos
de nuestro tiempo.
Cabe
desear que entre ellos estén quienes desde las tribunas públicas y
desde algunas pantallas se comportan con fanatismos o extremismos,
sobre todo quienes presumen de catolicismo o religiosidad exagerada,
porque su referencia a los “cuatro pecados capitales” de los
medios de comunicación entrañó toda una lección. Hasta Évole se
percató de la importancia de aquella manifestación, de modo que
replicó que “para no ver televisión, ha hecho un análisis de la
televisión actual bastante importante”.
Concretó
el Papa, al ser preguntado por las “guerras olvidadas” en los
medios, cuatro grandes males que caracterizan y amenazan
constantemente al periodismo de nuestros días: la desinformación,
la difamación, la calumnia y la coprofilia.
Y
fue desmenuzando, con explicaciones sencillas, cada uno de ellos. De
la desinformación (“doy la noticia pero la mitad, la otra no la
doy”), está claro que representa la manipulación y el sesgo y
atenta contra los derechos del ciudadano de estar debidamente
informado.
Sobre
la calumnia y la facilidad para extenderla, advierte de la impunidad.
Esas descalificaciones permanentes, basadas muchas veces en opiniones
insostenibles o en hechos tergiversados, penetrando a menudo en el
ámbito personal o de la privacidad, resultan cada día más
reprobables. El Papa se pregunta dónde están los límites y la
responsabilidad.
Con
la difamación, habla de una mayor sutileza todavía. “Toda persona
tiene derecho a la reputación”, dijo Su Santidad. “Te traen una
mancha de antes y te la sacan ahora; los medios no te pueden sacar
una historia superada y bien pagada”, añadió.
Y
en cuanto a la coprofilia, es el amor a lo sucio, esa tendencia a
exprimir lo negativo hasta producir el escándalo, en la supuesta
creencia de que así se gana audiencia o se venden más ejemplares.
El
Papa planteó que, superando estas cuatro circunstancias, la
comunicación es algo primordial en la convivencia y en las
relaciones humanas. “Es algo maravilloso”, precisó, antes de
aludir al papel ejemplar del comunicador que no incurra en alguno de
esos males.
Fue
una auténtica lección papal. A ver si algunos aprendieron algo.
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