Curiosa
campaña esta. De no haber sido por las discordias en torno al debate
-o los debates televisivos-, todo discurría en una cierta tónica
apacible y casi indiferente. La coincidencia con un período como el
de Semana Santa ya hacía prever una disminución de la intensidad,
de modo que los estados mayores de los partidos tendrían que hacer
verdaderos esfuerzos de imaginación creativa para captar la atención
de los electores o mantener la motivación hasta bien entrada la
campaña. No bastaba con discursos sensatos ni mentiras desatadas ni
absurdos inmisericordes ni hurgar en las heridas de las cloacas ni
las invocaciones nostálgicas o revanchistas... Lo propositivo volvía
a quedar en segundo plano. Hasta los debates, veremos.
Todo
estaba preconfigurado con antelación: dos bloques y cinco partidos.
Pero los rasgos generales indicadores de una campaña distinta son
claros: la cartelería ha disminuido un montón, hasta el punto de
que algunos ayuntamientos ni siquiera han instalado paneles para la
pegada y reposición. Las pancartas pasaron a mejor vida. Megafonía,
con música o cuñas, ni está si se la espera. Mitines, los justos,
cuanto más asegurados de asistencia mediana, mejor. Paseos o
caravanas de coches, demodé. Algunas sedes de partidos, otrora
caracterizadas por la efervescencia, ahora aparecen cerradas y sin
información sobre horarios. La movilización no se hace ahora desde
los cuarteles generales para ganar la calle en las fechas previas a
los comicios: ahora hay que hacerlo para conquistar las redes
sociales, para multiplicar mensajes digitales, para esparcir bulos,
paparruchas y descalificaciones o para difundir algunas imágenes,
entre informativas o relevantes de patinazos y extravagancias.
Denuestos
y más denuestos... Especulaciones y plétora de conjeturas.
Y
eso que algunos medios han ofrecido análisis comparativos y estudios
minuciosos de las ofertas programáticas. Hay hasta detectores de
mentiras o deformaciones con que candidatos y dirigentes convierten
algunas afirmaciones y algunas estadísticas. Pero no dejes que lo
sustancioso o lo esencial prepondere sobre un titular hiriente,
grueso o llamativo.
En
algunas localidades, como pudimos comprobar el jueves en la ruta
norte de la isla, no pareciera ni que estamos en campaña. El asueto
o el fervor se imponían. Qué tiempos aquellos en los que a las
nueve de la mañana ya había un parte de las carencias de recursos
de campaña en los barrios o de la distribución del mailing
a
mediodía sí era con candidatos, mejor- a la vez que se anunciaba el
acto de la tarde-noche.
Esto
ha cambiado, vaya que sí. Ahora la inmediatez tiene otra cara y
otros reflejos. Ahora predominan los postureos. Que circulan por esas
redes a velocidad de vértigo, da igual susurrando a las vacas que
echando unas manitas de dominó.
Con
tal de aparecer. Por eso no ha faltado campaña procesional, claro.
1 comentario:
Acertado artículo, Salvador. Y, ya que estamos en Semana Santa, te diré que la "Biblia" de algunos es "El Príncipe", y así nos va
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