Lo
de Catalunya no tiene solución. Eso lo condensa todo. Ni voluntad
expresada en las urnas ni simpatía o identificación con la causa
independentista en pleno declive dicha ante las encuestadoras. Ni el
triunfo electoral de una opción que se ha mostrado proclive al
diálogo ni la necesidad de acabar con una desazón demasiado
prolongada en una sociedad fracturada. Ni los estancamientos en la
productividad ni la retirada de empresas del territorio ni el
radicalismo excluyente ni los populismos tendentes a la violencia.
Nada... no hay visos de solución. Ni siquiera de aproximación a la
estabilidad. Nada...
Los
separatistas no quieren a Miquel Iceta como senador autonómico para
luego, con una mayoría amplia, convertirlo en presidente del Senado.
Da igual su probado catalanismo. Ni un gesto ni un amago de
tolerancia.
Entonces,
todo sigue igual. El 'no' a Iceta pone a Pedro Sánchez, futuro
presidente del Gobierno de España, en el primer repecho del nuevo
ciclo político. El problema catalán está bien enquistado: los
independentistas, que quieren un referéndum pactado, no aceptan que
un coterráneo sea senador del Reino y presida la Cámara Alta. En el
repecho, Sánchez ha sido claro: vetar a Iceta es un veto a la
convivencia, el entendimiento y el diálogo.
Para
que vea cómo se las gastan los que hablan de Estado opresor y que no
hacen nada para aproximar una solución. Es como si jugaran a todo o
nada. A independencia o a conflicto permanente: eso sí, el Estado de
derecho es para otros. ¿155 de la Constitución? Música estridente
del centralismo. Pero, ¿qué diálogo es el que quieren entablar,
qué clase de pacto quieren alcanzar?
Claro
que ese veto es dilatar o no querer las posibles soluciones.
Instalados en la tensión y la bronca, mejor. Cuanto peor, ya se
sabe, mejor. El repecho anticipa que será una dura escalada. El
problema territorial sigue siendo grave, está latente. Frenos o
vetos como este de Iceta solo ponen en evidencia que unos no quieren.
No le den más vueltas: no hay nada que hacer. Sánchez sabe que le
están esperando en la bajadita, si es que vale el diminutivo en este
conflicto tan enredado.
Seguro
que lo va a seguir intentando, fiel a su 'manual de resistencia' Pero
que no albergue ilusiones: cuando la otra parte se enroca, los
siguientes movimientos son muy complicados.
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