Turno para los
periódicos, para los medios en general. Es su tiempo, tras las elecciones y sus
resultados para gustos, disgustos e insatisfacciones. Para aferrarse a tablas
de salvación y para abrir crisis y dejar las puertas abiertas a lo que las
voluntades quieran. Para contrastar la alegría y las frustraciones, el contento
y la desazón.
Ola desatada de
rumores, conjeturas y especulaciones. Ola de deseos plasmados en titulares. Que
hay intereses en juego, no lo olvidemos. Y entonces, cada información, cada
mensaje tienen toda la relatividad que las circunstancias aconsejan. De aquí al
castillo, hay muchos gatos amarillos, si se nos permite la licencia.
Por tanto, todo es
tan verdad como media verdad y como nada verdad. Nadie niega las dificultades
para alcanzar una entente, máxime cuando la aritmética muestra su lado más
descarnado. Combinaciones múltiples que luchan contra la coherencia ideológica.
Pero, ¡ah!, ya se sabe: los supremos intereses generales, lo mejor para el
conjunto de la sociedad, las coincidencias programáticas, la ansiada
estabilidad… Bajo todo eso, a qué negarlo, laten otros impulsos, incluso los
más prosaicos.
Bueno, pues en ese
escenario tan revuelto, están también los medios. Serán días frenéticos de
movimientos, de confidencias, de susurros convertidos en noticias que se abren
en el maremágnum de la confusión y el desconcierto para dar pie a presunciones
de anticipos y mayor credibilidad. Las fuentes, a buen recaudo: se trata de
preservarlas para seguir cultivando y apreciando el valor informativo
nutriente. Y para imprimir el sesgo que más conviene e interese.
De aquí a la
constitución de instituciones y de designaciones, será un desfile de
informaciones contradictorias y de mensajes entrecruzados. Serán días de
posibilismo infinito. Por tanto, máxima reserva a la hora de creer que está
todo hecho. O cerrado, como tanto se repite ahora.
Todo lo contrario,
abierto, de par en par. Como para estar en la piel de los estrategas y los
negociadores. Pero no se olviden: los poderes fácticos –entre ellos, la propia
prensa, los propios medios- mandan mucho.
Y tienen sus
preferencias, claro.
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