Desde
la medianoche pasada, estamos en campaña, también para elegir
diputados y diputadas al Parlamento Europeo (PE), además de
parlamentos autonómicos, cabildos y ayuntamientos. Casi pues
enlazando con la campaña anterior, no ha habido tiempo ni mucho
espacio para conmemorar (ayer jueves) el Día de Europa. Será que la
vieja Europa nos sigue quedando lejos, pese a todos los esfuerzos por
estar allí, integrados, en sus órganos de representación y
decisión, en sus complejidades estructurales y en esos largos
procesos de negociación. ¿O ha sido la inminencia de la campaña y
la inflexibilidad de la administración electoral lo que frenó actos
conmemorativos?
En
cualquier caso, Europa interesa. Bruselas, Estrasburgo... todos los
escenarios donde hay que tomar alguna determinación. Y porque las
cosas no están nada cómodas no estables en una organización
supraestatal a la que cuesta dar respuestas a los problemas comunes
que se amontonan. Algunos analistas políticos señalan que los
comicios europeos del próximo 26-M son una especie de tercera vuelta
en nuestro país. Habrá que seguir incentivando la participación,
so pena de que se produzcan avances indeseados de los populismos
extremistas o de extraños y hasta folklóricos comportamientos
electorales (¿recuerdan el caso de Ruiz-Mateos?), basados en el
pasotismo o el castigo a las opciones políticas propias y al sistema
mismo. En nuestro país, del 68,5 % de participación registrado en
la primera convocatoria para los españoles en 1987, se pasó al
43,81 % en la última, 2014. Evidente y preocupante descenso.
Por
eso, desde luego, no son unas elecciones de segundo grado, aunque el
ambiente y los resultados de otros países de la Unión Europea (UE)
sean similares. El hecho de que se vote en circunscripción única,
esto es, que cada voto valga exactamente lo mismo, sin que se pierda
ninguno en circunscripciones provinciales y rentabilizádose entonces
lo obtenido de manera estrictamente proporcional en el conjunto del
territorio, es otro factor importante con tal de cohesionar y
fortalecer la idea de redistribución y equidad, indispensable en el
marco de la UE para ganar peso político. Son difíciles las
soluciones, las que debe propiciar la propia Unión pero, por muy
agotadas que parezcan las ideas y por muy costosas que sean las
innovaciones, las vías del diálogo y del entendimiento, serán
siempre preferibles a las que deriven del nacionalpopulismo
excluyente o del radicalismo excluyente, a veces peligrosamente
autoritario y despreciativo de los derechos humanos. Hay quien afirma
que las grietas y las imperfecciones de la democracia en Europa se
arreglan con más democracia.
Europa,
por lo tanto, nos hace falta. Debe ser una conclusión clara después
de una controvertida gestión de las presidencias más recientes de
la Comisión, ostentadas por Durao Barroso y Juncker. No se han
frenado los procesos que han desembocado en las evidentes
desigualdades producidas en las sociedades de muchos países de la
UE. Los intereses de los los grandes poderes económicos se siguen
concatenando a los de la mayoría social. Entonces, es normal que
siga creciendo un sentimiento antieuropeísta. Por ello es tan
importante tener a Europa en el pensamiento y en la voluntad
expresada ante la urna. Para reconducir. Para demandar más y mejor
Europa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario