Aunque es probable que surja alguna incidencia anómala,
siempre se espera de la sesión constitutiva de un Parlamento seriedad, rigor,
respeto, rectitud institucional, comportamientos consecuentes…
Pues no hubo tanto de eso. Provocaciones, resabios, bronca, ruido,
desazón, protestas… Mucho encono para empezar la legislatura. Y eso no es bueno
para la democracia ni para recuperar el interés por la política. O sea, que
proseguirá la desafección. Y eso que la democracia tiene espaldas anchas, como
se volvió a demostrar: la de situaciones contradictorias que alberga en un acto
tan solemne como la primera reunión de qujienes han merecido la confianza del
pueblo.
Y es que ni siquiera se promete o jura el cargo como deberían
mandar los cánones. Que alguna fórmula común habrá. Aunque visto lo visto, es
cuestión de regularla, “por imperativo legal”. Y es que ni siquiera se aguarda
a la investidura de un candidato a la presidencia para comenzar a inquirir o
fiscalizar.
Mal inicio entonces, con predominio de la gestualidad
y de la crispación. Si así arrancamos, cómo serán los debates que se avecinan
para tratar los problemas que afectan al país, alguno de envergadura. ¿Será una
legislatura endemoniada, como fue calificada ayer por algún analista? De
momento, ya se ha comprobado que para tratar la suspensión de los diputados y
senadores independentistas procesados en el Tribunal Supremo -hoy termina el
juicio, precisamente- se requerirá algo más que sosiego, que también forma
parte del parlamentarismo, que no se olvide, y en el que cuando se produce
algún descubrimiento, como fue ayer el del presidente de la mesa por ser el de
mayor edad, Agustín Javier Zamarrón, hay
que congratularse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario