Ni
recordábamos la existencia de aquel texto ni que Marían Lorenzo
Ríos lo conservara. El azar ha querido que nos reencontráramos en
torno a una exposición pictórica y que aquella escritura haya
recobrado vigencia.
Releemos
aquel breve texto, escrito durante una etapa común, a principios de
la década de los noventa, en Diario
de Avisos:
“Tiene
Marían esa sensibilidad femenina que cautiva a la primera. Imposible
negarse a una petición suya, a una atención que demande o precise,
incluso sin explicitarla. Observadora, atenta, sutil...
“Lo
mejor es que sabe corresponder: interpreta fielmente tanto lo que es
la sinceridad como aquello que brota desnaturalizado.
“Marían
Lorenzo Ríos es el arquetipo de la luchadora amable, de aquella que
sabe sufrir y aguantar pero que no se resigna y reacciona con
elegancia, consciente de que hay un día después y de que torres más
altas han caído. Fina y delicada, pero también tenaz.
“Es
realista también, por eso no se deslumbra ante cualquier mensaje.
Las experiencias de la vida le han enseñado que hay que obrar de
forma cabal y consecuente. Por eso, es admirada y respetada por una
legión de amigos de toda condición social”.
Han
transcurrido casi treinta años desde entonces. El tiempo ha
confirmado las apreciaciones que expresamos. De aquella personalidad
abierta, de la que brotaban ideas constantemente, que desprendía una
clara sensibilidad artística, a esta pintora hecha a sí misma,
interesada en todas las corrientes, identificada con el cuidado y el
estímulo creativo entre quienes se desenvuelven en la diversidad
funcional, hay una Marían Lorenzo Ríos que ha acreditado saber lo
que quería y cómo hacerlo. Su generosidad le condujo a transmitir
sus conocimientos y a hacer partícipes de ellos a quienes lo
precisaban y salieran airosos de las pruebas que tenían ante sí.
Pintar
para enseñar, para hacer artistas a quienes quizá nunca imaginaron
que podían serlo. Marían aprovechó todos los conductos a su
alcance para relacionarse de forma creativa con un mundo especial -y también onírico, por qué no- que tienen los chicos y chicas con
habilidades diferentes. La profesión escogida, la expresión
artística le llevaron a conocer a Lala, su hija adoptiva, con la que
estableció una sin igual complicidad. Han creado su universo, Entre
líneas y colores, el
título de esta exposición que reúne una treintena de obras,
acrílicos sobre lienzo y técnicas mixtas, concebidas con finura y,
sobre todo, con mucho amor, el derivado de cada pincelada, de cada
impacto de espátula y hasta del infinito posibilismo de las manos.
Lala se ha integrado
más en la sociedad, ha elevado su autoestima y ha equilibrado su
estado emocional. Por eso, su madre confiesa sentirse motivada para
afrontar nuevos proyectos y perfeccionar su estilo y sus técnicas.
Para sumar más personas a ese mundo especial que no solo es
accesible sino que integra la creatividad difícilmente imaginable.
Y Marian pulió su
formación con cursos e incursiones en el maremágnum audiovisual,
con proyectos para la inserción de personas con diversidad funcional
y para la participación activa de mujeres que estuvieran dispuestas
tanto a demostrar sus potencialidades y sus recursos como a hacer
efectivo el principio de igualdad. Unos cuantos programas
televisivos, coloquios, performances, series y representaciones
teatrales llevan el sello de una creadora polifacética. Sin
descanso, sin desmoralización pese a las tribulaciones de la vida,
con denuedo y con tenacidad infatigable, su trayectoria ha ido
fraguándose a base de tesón, experimentación y sensibilidad. Ha
llegado a ejercer como estilista de moda y productora publicista.
No
en vano, pues, su vida ha estado siempre vinculada al arte. Hija de
una pintora y profesora de Historia del Arte y sobrina de un pintor,
la autora se educó mientras oía hablar de exposiciones, pinceles,
retratos, óleos y olores propios de un taller o una galería. En
esos ambientes fue creciendo quien ahora insiste en que se la
reconozca como mezcladora
de colores.
“Los colores -dice- vienen solos; yo simplemente los visualizo y
empieza el movimiento”.
Siempre
sensible, siempre comprometida, en 2005 creó un centro de
iniciativas artísticas para
la integración de personas con habilidades diferentes y personas en
situación de exclusión a través de las artes creativas visuales y
no visuales con las nuevas tecnologías. A partir de ahí surgió la
“Asociación Detrás del Objetivo” que pretende llegar a todos
aquellos que quieren expresar lo que sienten y no tienen los medios
para hacerlo.
De
forma autodidacta, pues, se convirtió en pintora y aún sigue
atendiendo encargos desde los talleres de la Asociación. Y de alguna
forma es lo que la trae aquí, en esta tarde que parece amenazada por
la llegada del ciclo otoñal. Son sus líneas y sus colores, que dan
vida a esta suerte de composiciones metafisicas, reflejo de su
inclinación por el abstracto cuyos valores inculca a dos chicas con
diversidad que la acompañan mientras trabajan, aprenden y se
relacionan.
Entre
Líneas
y Colores pareciera
que el pintor ruso Vasili Kandinski, precursor del abstracto y teórico del arte, alarga su mano en busca de algún karma.
Y
así, saltamos entre títulos, entre interpretaciones que nos
trasladan a la tarde de Carnaval, entre círculos, primavera nueva,
ángeles de colores, más allá de lo físico, calma, ramas al
viento... Esa aspiración permanente, la mezcla de colores, genera
una policromía singular, una fiesta que viene de oriente, rojos y
azules, dos (sin más) hasta que llega el hombre de la guitarra azul.
Toda
la creatividad de Marían Lorenzo Ríos es también fruto de su
constancia; recuerden “el arquetipo de luchadora amable”, también
cuando descubrió a Joaquín Sorolla y se apresuró a interpretar cada gesto,
cada rasgo, hasta los haces de luz que caracterizaron la obra del
pintor valenciano.
Pero
es en Tierra de colores, uno de los títulos que forman parte de esta
colección, donde la luz, el color y hasta la emoción no pueden
frenar el sentimiento de la pintora, sus ansias de volar, admítasenos la expresión. Es una obra, si se quiere, sin perspectiva, si
acaso plana, donde los colores surgen para sugerir profundidad.
Sencillamente, aparecen y Marían (que bebió en las fuentes de
Jacqueline Lamba, la pintora francesa, esposa de André Breton) los plasma hasta dotarlos de la energía precisa
para armonizarlos en un día dorado sobre la tierra de paisajes
mágicos. Para ella, es fácil, hasta el punto de “crear -según
revela- poesía pictórica que me hace sentir libre al pintar”.
Entonces,
mezclar y jugar con los colores, imaginar o trazar las líneas,
resulta un ejercicio vitalista que se convierte en una especie de
danza sobre el lienzo, allí donde los giros simples, hasta planos,
revelan, por sí mismos, la imaginación inagotable de la pintora.
Con
unas palabras suyas, vamos a finalizar: “El
desarrollo de la creatividad es realmente un gran estimulo para mí y
me da grandes satisfacciones. La luz, la vida de los colores
aplicados en diferentes formas hacen surgir obras realmente
increíbles y, aunque todos puedan ver la misma imagen, todos los ven
con algo diferente y con una luz diferente”.
Aquí
lo podemos comprobar. Marían Lorenzo Ríos nos ha brindado en el
Castillo San Felipe su arte y su compromiso social, su posibilismo
pictórico, su predilección por el abstracto, su noble ambición
artística.
Entre
líneas y colores sirve
para reafirmar que era imposible -lo escribimos hace casi treinta
años- negarse a una petición suya -presentar esta exposición,
hecha hace tres días- pues para eso conserva la tenacidad y la
delicadeza.
Cualidades,
sin duda, de una gran artista.
N. del A.- Texto leído ayer tarde en el Castillo San Felipe, en ocasión de la inauguración de la exposición Entre líneas y colores, de la artista Marian Lorenzo Ríos.
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