“Canarias
presenta un grado de desigualdad multidimensional relaltivamente muy
reducido cuando, en realidad, sus niveles, tanto de moderada como
severa, se encuentran entre los más elevados de España”, concluye
la séptima entrega del informe Foessa, dado a conocer días pasados
en Gran Canaria por Cáritas Diocesana.
Los
porcentajes que sustancian este notable desequilibrio son muy
elevados. El 29 % de la población de las islas -el más alto de
España, unas seiscientas mil personas- está en riesgo de exclusión
social. Un 15,7 % de estas personas se encuentran en situación de
exclusión severa. Un 42,1 % de los hogares en circunstancias de
exclusión en las islas está sustentado -en lo que el informe
conceptúa como 'exclusión activa'- por una persona ocupada en el
mercado laboral.
Estas
cifras en Canarias -solo por delante están Extremadura y Baleares-
reflejan el crecimiento del índice que, por otro lado, tiene un
carácter más económico que el resto del país. Un
15,7% de estas personas se encuentran en situación de exclusión
severa, mientras que un 13,3% están en exclusión moderada. Además,
el 59,6% de las personas que sufren exclusión, se hallan en una
situación de pobreza monetaria. A la inversa, el 17,7% de la
población que no está en situación de exclusión social, "es
pobre desde el punto de vista monetario".
¿Hace
falta subrayar que el panorama es preocupante? En absoluto. Los
resultados del del estudio reflejan una realidad que debe hacer
reflexionar a instituciones y actores sociales. El debate sigue
latente después de las elecciones de mayo, la constitución de las
nuevas corporaciones y la formación del actual Gobierno de Canarias.
Solo en una clave debe ser interpretado el informe de Foessa: la de
una tremenda desigualdad que obliga a hacer considerables esfuerzos
en políticas sociales. Todos hablaban hace unos meses -y repetirán
ahora- de las personas como prioridad: bueno, es el momento de seguir
esmerándose para corregir esta situación, a sabiendas de que no hay
varitas mágicas y de que algunos factores de dependencia pueden
empeorar. Pero es cuando hay que desarrollar aquellas medidas
orientadas a atender necesidades básicas y a las clases más
desfavorecidas. Un ejecutivo de coalición convergente en la práctica
en las formulaciones teóricas está aún más obligado a unificar
esfuerzos y a afrontar con decisión las alternativas que sea capaz
de fraguar, especialmente a medio y largo plazo.
Del
análisis del informe se desprende que la situación de exclusión
social empeora con los años, luego los planes y las acciones
previstas han servido de poco. Que las personas excluidas
socialmente, si se nos permite la expresión, hayan triplicado el
peso poblacional, pasando del 2,6 % a representar el 8,6 % en 2018,
corrobora la necesidad de pensar en políticas sostenibles si se
quiere dar algunas esperanzas a los directamente afectados.
¿Será
suficiente la renta básica ciudadana, consistente en seiscientos
euros mensuales, anunciada por el ejecutivo canario? Es natural que
haya dudas. De momento, la consejera de Derechos Sociales y
Diversidad, Noemí Santana (UP), ha declarado que esa ayuda llegará
a partir del comienzo del nuevo añol, primero a las unidades
familiares que no perciban ningún tipo de ingresos.
Por
otro lado, el
Consejo de Gobierno autorizó la semana pasada, el aumento de las
ayudas de acción social para la integración por un importe total de
un millón novecientos treinta mil euros. Esta cantidad supone un
aumento respecto al presupuesto inicial, fijado en 4.130.000 euros.
En concreto, un millón quinientos mil euros irán destinados a cubrir el Programa de Lucha contra la Pobreza y la Alta Exclusión Social en Canarias de las personas beneficiarias de la Prestación Canaria de Inserción (PCI). El resto del montante, cuatrocientos treinta mil euros, se invertirán en la financiación de programas de integración de las mujeres en riesgo de pobreza y exclusión social.
El Programa de Lucha contra la Pobreza y la Alta Exclusión Social en Canarias de las personas beneficiarias de la Prestación Canaria de Inserción tiene como objetivo impulsar proyectos dirigidos a transformar o prevenir situaciones de necesidad relacionadas con dificultades de inserción social, laboral y escolar, o ligadas a razonas de desestructuración familiar, educativa o desajustes personales.
Por
su parte, los programas de integración de las mujeres en riesgo de
pobreza y exclusión social atienden con especial énfasis al
colectivo de mujeres en situación de pobreza en las Islas que
necesitan una mayor atención, más allá de una solución
residencial. Dichos programas son gestionados por entidades y
asociaciones sociales.
Lo
dicho: realidad preocupante, desequilibrios palpables, perspectivas
inciertas y rimeras medidas paliativas. La exclusión social,
realidad de nuestro tiempo.
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