jueves, 26 de septiembre de 2019

NI UN GRADO MÁS; NI UNA ESPECIE MENOS


La respuesta de los jóvenes días pasados, en numerosas ciudades de todo el mundo, fue esperanzadora. Y la que se prepara para mañana parece una clara señal de que algo está cambiando. Para bien. Como si se hubiera inyectado una dosis de concienciación que está surtiendo efectos positivos en varias partes del organismo enfermo, afectado por los cambios, el calentamiento global, la deforestación, incendios pavorosos, emisiones de gases, los plásticos invasivos, los vertidos incontrolados, las contaminaciones y distintos impactos climáticos.
Canarias no quiere ser excepción y va a dar la respuesta cívica que los jóvenes han impulsado. El Gobierno autónomo también emprendió medidas hace unas fechas. Ya existe el Movimiento Canario por la Emergencia Climática, al que se han adherido unos ciento treinta colectivos y organizaciones sindicales. Espera una presencia masiva, la continuidad de una tónica que ojalá no se agote, que no sea flor de dos o tres concentraciones tras las que todo vuelva a ser como siempre.
Una causa como esta propende a extenderse de manera que se convierta un clamor para los gobiernos y las instituciones. Es evidente que hay que legislar y poner en marcha planes viables que resulten eficaces para que la ciudadanía los palpen, mejor dicho, los hagan suyos, se identifique con ellos. Es una causa social que afecta a todos, nadie debe desentenderse con tal de hacer bueno uno de los lemas de las manifestaciones de mañana: “Ni un grado más, ni una especie menos”, es decir el equilibrio naturalista y punto final a la destrucción de las especies animales.
La lucha por el clima, en efecto, tiene que ser un ejemplo de motivación colectiva. Tiene que ser un estimulante: que los niños y adolescentes comprendan desde tan temprana edad lo que se debe hacer para evitar perjuicios al medio; y que los jóvenes se habitúen a comportamientos constructivos que redunden en el cuidado y adecuado uso de los recursos naturales.
Las islas, ha quedado demostrado, no están ajenas los efectos del cambio climático. Luego, hay que aplicarse en un ejercicio común efectivo. Ya es coincidencia que las convocatorias se hagan en la fecha en que se conmemora el Día Mundial de Turismo, actividad por cierto,a la que se atribuye una parte de la culpa del deterioro y los daños que acusa el medio ambiente. Sera llamativo comprobar la respuesta que ofrezcan quienes presumen de tener el mejor clima del mundo.
Que puede ser verdad, de acuerdo, lo cual obliga a cuidarlo con tal de impedir que sea uno de los grandes reclamos para los visitantes. Pero más importante: para que sean los nativos quienes saboreen, por derecho propio y disfruten de excelente condiciones de vida. Lo escribió Viera, en el siglo XVIII: “Sin calor que ofenda ni frío que incomode”.
Conciencia.


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