Jerónimo Saavedra Acevedo fue distinguido anoche por el Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) de Icod de los Vinos con el Drago de Honor. Se nos encomendó la presentación del galardonado. Leímos el siguiente texto:
Vamos a decirlo desde el
principio, sin que suene a disculpa: este es un cometido difícil,
algo enrevesado. Muchos de ustedes lo deducirán fácilmente: hemos
trabajado codo a codo durante muchos años con el galardonado, hasta
en tres administraciones diferentes; hemos sido leales colaboradores;
hemos compartido afanes y causas, alegrías y sinsabores, amarguras y
éxitos de los que, por su propia recomendación, no se podía hacer
ostentosidad; hemos sido portavoces de sus posiciones políticas e
institucionales; hemos estado a su lado en convocatorias públicas de
muy diversa índole y en trances de emociones; hemos escrito
discursos, hemos preparado debates y hemos supervisado apariciones en
tantos y tantos foros... Como se comprenderá, después de haber
estado en ese papel, o en esos papeles, hablar ahora de quien nos ha
encomendado tareas de responsabilidad pública se antoja complicado.
Será difícil eludir
la subjetividad pero la de hoy parece una ocasión adecuada para
decir lo que manifestamos en cierta ocasión, después de una
alcaldía ya sin censura: Jerónimo, gracias por las enseñanzas de
todo este tiempo, gracias por tu magisterio que esta tarde/noche
también te reconocen aquí, el lugar donde el inmenso poeta gomero,
Pedro García Cabrera, plasmó en verso las cicatrices resistentes e
inigualables del árbol mágico, la calidad de los viñedos, los
afanes populares derivados de las migraciones, las añoranzas
incólumes y los dones paisajísticos.
Por esos vericuetos no
se perdió Jerónimo Saavedra Acevedo cuando en largas y provechosas
tardes, allí por Boquín, frente al Atlántico y ante alguna puesta
de sol que revelaba los perfiles de La Palma, intercambiaba criterios
y visiones en la casa de Antonio Pérez Voituriez, donde el doctor
Alberto de Armas García ya ejercía de diplomático, entre otros
intelectuales que leían recortes de prensa y libros censurados para
apoyar sus análisis cuya partitura había que interpretar con
diligencia como ensayo de la transición que se avecinaba y de la
nueva realidad política, constitucional y democrática, que se
barruntaba con ilusión y esperanza.
Icod siempre tuvo su
encanto. Y los vinos. Y el Drago. Y las tablas. Y Key Muñoz. Y
Cristóbal Pérez del Cristo. Y Estévez. Y los Fajardo. Y San
Marcos. Y el valle luminoso de Emeterio. Y sus fiestas de arte. Y
Pepe Floro. Y Los Chincanayros. Y unos bríos acreditados para
afrontar el nuevo ciclo del municipalismo, con una generación de
políticos que se aplicó sin reserva con tal de estar en la
vanguardia de los avances sociales, pluralistas e institucionales.
Están presentes algunos de los alumnos y alumnas de entonces, hoy en
clases pasivas o dedicados a otros menesteres.
Hasta aquí han venido
para acompañar al preceptor y responder a la llamada del CIT
icodense que viene haciendo del Día Mundial del Turismo una cita
distinguida que en esta ocasión, por cierto, coincide con el
preocupante episodio de la suspensión de pagos de un operador
británico sobre el que descansaba una buena parte del negocio
turístico.
Es probable que
alguien, por tal circunstancia, se esté preguntando qué celebramos
o si es apropiado hacerlo cuando los nubarrones de incertidumbre son
tan visibles que obligan a no perder tiempo en la búsqueda de
soluciones que esta vez, además, tienen mucho de estructurales. O al
menos eso es lo que se desprende: ya nada será como antes en la
turoperación.
Pero dejemos las
reflexiones para otros foros, sin eludir la trascendencia de la
coyuntura. En cualquier caso, si en otras adversidades los canarios
acreditamos unidad y afán de superación, hagámoslo de nuevo para
encarar el porvenir con entereza, con decisión y valentía, haciendo
uso de los recursos al alcance y perfeccionando las opciones que las
innovaciones brindan al sector.
Porque en los ochenta,
cuando el crecimiento en las islas era imparable, al calor de la
oferta turística, también hubo sombras e incertidumbres. Entonces,
cuando hubo que afrontar la construcción de la Comunidad Autónoma,
igualmente hubo que arriesgar y emprender.
Saavedra encarnó el
liderazgo y, transido de las necesidades que la sociedad canaria
experimentaba, fue consciente de que el sector turístico tenía y
habría de tener un peso mayor en la productividad económica
interior. Algunos hechos ponen de relieve su sensibilidad hacia el
turismo, no solo confiando las políticas sectoriales a una
profesional excelente conocedora del medio, Dolores Palliser, la
única mujer integrante del primer Gobierno autónomo, sino
estimulando la acción promocional en el exterior con tal de captar
mercados emisores y adelantarse a otros receptivos cuya emergencia se
vislumbraba.
En esa acción, hay que
destacar la presencia en Europalia. El presidente se empeñó en
combinar diversión carnavalera con historia y cultura de las islas.
Hasta Bruselas y Amberes viajaron cuadros, arte y documentos de
autores canarios para darlos a conocer. Además del lúdico, el
impacto cultural fue evidente.
Al Saavedra de
sensibilidad turística hay que atribuirle su empeño en la
formación. Porque nos acercábamos a Europa y para cuando se
consumara la integración, sabíamos que la competencia y la
competitividad iban a ser exigencias destacadas. Entonces, dotó a
algunos destinos de aquellas aulas rodantes donde era posible
aprender idiomas, una de las asignaturas que aún hoy muchos
empresarios siguen demandando para acceder al mercado laboral.
Y no solo eso: fue
cuando se empezó a hablar de revisar los planes de estudio para
introducir materias específicas y de abrir centros de formación
accesibles. Hacer del turismo, desde tales núcleos y desde muy
diversas iniciativas, una asignatura atrayente que permitiera
contrastar su importancia en la economía y el desarrollo de la
sociedad canaria, era el objetivo.
Allí estuvo, siempre
con ganas, siempre dispuesto, promotor de la institucionalización de
los premios “Importantes del Turismo” cuya convocatoria, con las
modificaciones introducidas, ha continuado hasta nuestros días.
O sea, que el turismo
no le fue ajeno entonces ni lo resultó en cometidos y
responsabilidades públicas posteriores, como en su segunda
presidencia de Canarias desde la que incentivó actuaciones
promocionales relevantes y simbólicas que colocaron el nombre de las
islas en destacados escaparates ya caracterizados por la enorme
competencia desatada en los mercados.
Y como mantuvo ese
apego, se fijó siempre en estadísticas, dio continuidad periódica
a las relaciones con empresarios y profesionales del sector, se
interesó por la evolución del negocio y de las modalidades de
transporte, viajó y se fijó en las tendencias y animó, por
supuesto, a los emprendedores canarios que decidieron afrontar
proyectos que cualificaban la oferta global, sin desligarse, por
supuesto, de los planes y de las respuestas que debían dar las
administraciones públicas, cada vez más exigidas en materia
urbanística y medioambiental.
Jerónimo Saavedra
Acevedo viene de nuevo a Icod, a evocar el cercano Boquín, a renovar
tantas amistades, a palparse su piel turística, a rememorar los
versos de García Cabrera, a ver cómo por el Drago sigue fluyendo el
líquido vitalista de la historia en cuyas páginas canarias él
ocupa un lugar sobresaliente ganado a pulso.
Ha venido con un bagaje
repleto después de haber sido diputado, senador, dos veces
presidente de Canarias, dos veces ministro, alcalde de su ciudad
natal, Las Palmas de Gran Canarias, y Diputado del Común. Melómano,
mozartiano, fundador del Festival Internacional de Música de
Canarias, lector infatigable, conocedor de los entresijos de la ópera
y, en algunas ocasiones, crítico musical.
A su lado, les
aseguramos, se aprende. Y en ocasiones como esta, hay que
agradecerlo. Porque, como el Drago, resiste. Por eso, le conceden el
honor de su copa, de sus raíces y de su ramaje. Y porque con el
poeta, es un hidalgo de sus cepas.
2 comentarios:
Excelente semblanza, maestro, de todo un MAESTRO.
Magnífico.
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