Marco
González Mesa es desde el pasado sábado nuevo alcalde del Puerto de
la Cruz. Volvió a superar en votos, que no en número de concejales,
al candidato del Partido Popular, Lope Afonso. Ambos dieron, por
cierto, una lección de saber estar, de caballerosidad, durante la
sesión y al término de la misma. Es bueno que la política ofrezca
estampas visibles de concordia, siquiera en momentos señalados como
los presupuestos en una solemne sesión constitutiva de la
corporación local. Ojalá se reeditaran a lo largo del mandato,
independientemente de las discrepancias que la controversia política
siempre depara.
Lo que son
las cosas: a Marco le dimos entrada en política en la campaña de
1995, cuando dirigía su propio grupo de teatro. Aquello fue muy
innovador: que hubiera una performance o una breve representación
alusiva antes de los mítines, picó la curiosidad de no pocas
personas. Unas no entendían nada y otras agradecían el que hubiera
algo teatral antes del consabido mensaje político. Entonces,
estábamos lejos de imaginar que algún día sería el regidor de los
portuenses.
Cursó
magisterio -con premio de fin de carrera por cierto- y materializó
su vocación docente. “Soy el nieto de Berta, el hijo del Chileno
(un popular futbolista local así apodado) y llego aquí con toda
humildad”, dijo en su intervención de investidura, un guiño a sus
orígenes familiares que los portuenses entendieron y aceptan.
Enamorado de su barrio, La Vera, y de su pueblo, fue incursionando en
política hasta que ganó una candidatura orgánica e hizo un primer
intento que fue relativamente bien: venció en las urnas, pero la
normativa mandó a su grupo a la oposición. Ahí empezó un largo
camino en el que evidenció algunas flaquezas. El ejercicio de
fiscalización, en efecto, no fue pródigo. Demasiado blando. Pero
sirvió para forjar su liderazgo, a base, sobre todo, de presencia en
barrios y festivales y de contactos personales con agentes sociales.
Su trabajo no fue en balde: ahora (si se nos permite la expresión)
tendrá que bajarse de la carroza, al asumir responsabilidades
públicas que se resumen en una entente de gobierno y en la necesidad
de reconducir la gestión de un Ayuntamiento que precisa de una
atención las veinticuatro horas del día, dadas las peculiaridades
que lo envuelven, y de la supresión de algunos vicios que lo han
maniatado No se duda de su capacidad para hacerlo y a pesar de la
inexperiencia de los componentes de su candidatura seguro que sabrá
cohesionarlo y conducirlo. El Puerto de la Cruz requiere dedicación:
en el nuevo ciclo político no hay un día que perder pues algunas
asignaturas apremian. Muchos portuenses sufren -y se quejan- la
lentitud de algunas actuaciones o la eternización de cuestiones como
la falta de mantenimiento en los servicios. Llegó la hora de los
hechos, de imprimir un giro en muchos casos.
El hijo del
Chileno, que retoma la línea de los alcaldes socialistas de la
ciudad, sabe que va a ser exigido. Ahí tiene una oportunidad para
demostrar que otras políticas son posibles. Con temple y con ganas,
que ya ha acreditado, ciertamente. Que tenga suerte.
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