Podrá
parecer un tema recurrente pero hay que insistir en el mensaje, dados
los modelos asumidos en algunos destinos y dadas las tendencias que
se producen en los mercados: la implicación de los nativos y
residentes en el adecuado uso y cuidado de los recursos de tales
destinos, la integración activa de la población para una mejora
constante y una atracción permanente. Ahora que en las instituciones
se está preparando un nuevo ciclo, lo dicho: los nuevos responsables
deben echar imaginación y asumir un compromiso para constatar que el
turismo es cosa de todos.
El
testimonio más reciente en este sentido es el del jefe del
Laboratorio de Innovación e Inteligencia Turística del Departamento
de Innovación Turística del Centro Tecnológico de Catalunya
(Eurecat), Jordi Calabuig. La implicación de la ciudadanía en la
actividad turística “está convirtiéndose en un factor clave para
la mejora de la sostenibilidad de la actividad”, ha dicho. En su
opinión, ello es determinante para “las expectativas de los
visitantes. Mejora la imagen y la competitividad de las empresas y
del destino y perfila el modelo turístico deseado por la sociedad de
acogida”.
Así
pues, se trata de lograr que la población local participe
activamente en la cadena de valor turística. Claro que lograrlo
tiene su complejidad y requiere, ante todo, una voluntad
sociopolítica y una identificación que permita afrontar con
solvencia cualquier reto que se aduma, previo consenso de las
instituciones, del sector privado y de los agentes sociales. Es algo
más que discutir sobre la ocupación reglada de la vía pública: es
programar con la debida antelación un calendario de actividades o
llevar a los niveles escolares tempranos la sensibilización
suficiente para hacer de cada alumno un ciudadano que ama lo suyo y
sabe comportarse en su convivencia con los visitantes, simplemente
cuidando valores culturales y medioambientales.
A lo
largo de los últimos meses, estamos comprobando que va muy en serio
lo del cambio climático y que el ecologismo se convierte en una
ideología, en una alternativa a los esquema políticos
convencionales. Eso significa que cuando los expertos afirman que hay
nuevas oportunidades en la integración del turismo en el territorio
están abogando por una sostenibilidad efectiva, real, probada como
una de las pautas que merca el desenvolvimiento y el estilo de vida
de nuestros días.
La
ciudadanía, pues, y el tejido socieconómico en el que se integra,
desempeña un papel decisivo para un modelo turístico que se precie,
en el que haya una interconexión y una interactividad y en el que se
planifique o trabaje para identificarse con él. Las autoridades
tienen que ser conscientes de que la población local ha de resultar
beneficiada por la productividad turística que promocionan o
proyectan. Tiene razón el geógrafo, economista y consultor, Juan
Requejo, cuando señala que hay que gestionar con inteligencia “la
convivencia como parte de la experiencia”. Esa integración
propicitaría, entre otros hechos, un destino capaz de cultivar sus
valores, un destino dinámico y pujante, innovador y sostenible. En
definitiva, un destino diferenciado.
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