Alfonso García Ramos, director de La Tarde, los estimulaba y los corregía con fruición. Leopoldo Fernández, su colega en Diario de Avisos, insistía una y otra vez en la búsqueda de temas para obtener la versión más llamativa. Ambos eran plenamente conscientes de lo que representaban para atraer o captar la atención de los lectores. Hasta que se impuso el periodismo de opinión, el de reportajes amenos y bien construidos revitalizó la publicación, tal fue así que en más de una fue la nota predominante en la última página.
El reportaje es un género periodístico informativo en el que se desarrolla, de forma más o menos extensa, un asunto de interés general que puede conectar con la realidad y hasta una noticia que incorpora elementos que igual no tiene cabida a la hora de ser tratada desde un ángulo estrictamente informativo. Igual se presta a la exposición de consideraciones literarias. El reportaje suele versar sobre lugares, personas, hechos históricos, sucesos o descubrimientos de diverso tipo. Los contenidos deben interesar a los ciudadanos y estar conectados con la realidad.
En el blog ‘Lengua castellana y Literatura’, de wordpress.com, se señala en un trabajo dedicado al género que “en el reportaje se suelen integrar diversas formas discursivas, en especial la descripción, la narración y la entrevista”. Y precisa que para hacer un buen reportaje, el autor ha de tener en cuenta las siguientes normas:
“ · Los hechos deben ser expuestos con rigor y objetividad, sin dar la opinión personal sobre ellos.
· Se ha de contar los hechos con claridad. Ya que solo se puede escribir claramente sobre asuntos que se conocen en profundidad, en todo reportaje es imprescindible la documentación previa.
· Es necesario usar un lenguaje preciso, para lo cual se elegirán palabras apropiadas y de uso común. No obstante, cuando el tema lo requiera, convendrá utilizar tecnicismos. Por ejemplo, en un reportaje sobre astronáutica cabría usar términos como órbita o cabina presurizada.
· Ha de ser original en su enfoque o punto de vista: el periodista aportará a sus lectores un nuevo modo de ver las cosas; será capaz de revelar aspectos nuevos o desconocidos del asunto.
· Es conveniente que el texto tenga un comienzo atractivo y un desarrollo interesante”
Valga esta sucinta explicación para celebrar la iniciativa de recuperar el periodismo de reportajes largos y muy trabajados que ha ido perdiendo espacio por culpa de eso que llaman economía del lenguaje, de los mensajes breves en redes sociales –hasta con limitación en el número de palabras o caracteres para poder insertar- y, sobre todo, del ‘clickbaiting’, una forma de conseguir visitas en un sitio web. Pretende que a través de un titular llamativo, el usuario acabe entrando en un enlace y así sumar otra visita. Es verdad que la técnica se utiliza preferentemente en empresas de mensajería urgente. Más allá de criterios informativos, lo que se persigue son contenidos virales que se diseñan para atraer a cualquier tipo de usuario y, si se puede, obtener una rentabilidad mediante inserciones publicitarias.
Pero resulta que la publicidad flaquea y entonces hay que encontrar alternativas. Es en el Laboratorio de Periodismo Luca de Tena, donde se rescata el ‘Slow Media Manifesto’, publicitado hace diez años. Impulsado por Benedikt Khöler, Sabria David y Jörg Blumritt, se habla del “slow journalism” (en español, “periodismo lento”) con el que reivindican “un propósito cardinal del periodismo como es que la ciudadanía esté bien informada, haciendo especial hincapié en desarrollos que tengan una validez temporalmente amplia” pensando en ir acumulando lectores fieles.
Los responsables de edición de los periódicos llevan concediendo una mayor protagonismo al denominado periodismo de soluciones, es decir, que trata de ser más útil a a la ciudadanía, analizando por ejemplo, “cómo otras comunidades han resuelto problemas que ahora afectan a algunos sectores ciudadanos”. Son conscientes de que las redacciones cerradas no es una buena fórmula para buscar los contenidos. Ni el teletrabajo tampoco, aunque para algunas empresas no hay otro remedio.
Entonces, se llama ‘headway’ la iniciativa que, apostando por un “periodismo lento y de soluciones’, pretende investigar y procesar los desafíos globales y los estadounidenses. The New York Times, según el trabajo reproducido por el citado Laboratorio de Periodismo Luca de Tena, ya ha asignado un equipo específico de redactores para estos menesteres que se centrarán en la búsqueda de soluciones a problemas económicos, sociales, sanitarios, infraestructurales, energéticos o medioambientales. Llama la atención, según The New York Times, que ‘headway’ –cuyo fundador es el escritor Michael Kimmelman- y ejercerá de editor general, nace con aportaciones filantrópicas de donantes y el plazo inicial de vigencia es de tres años.
El caso es que, periodísticamente hablando, hay que congratularse por esta recuperación. Ya puede decirse ¡Bienvenidos, reportajes!
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