Ha sido muy rotundo el profesor de periodismo de la Universidad de New York, escritor y crítico sobre medios de comunicación, Jeff Jarvis, en una entrevista publicada en la revista Journalist, de Alemania, reproducida, a su vez, en Laboratorio de Periodismo, de la Fundación Luca de Tena.
Jarvis reflexiona sobre los cambios que experimenta al periodismo, tal como evoluciona la pandemia de la COVID-19, hasta el punto de sugerir que “hemos de hacernos preguntas sobre cómo podemos reinventarnos como periodistas”. Y es que, después de considerar que “lo que pensábamos que era una crisis ahora es mucho peor”, las circunstancias parecen propiciar una oportunidad para contrastar que hay nuevas formas de periodismo y nuevas formas de estar ahí para los lectores.
El profesor Jarvis parte de una premisa bastante extendida: el mayor problema para el público en general, y para los profesionales, era la desinformación. La crisis del coronavirus demuestra que hay otro factor de considerable magnitud: la ignorancia. “La mejor cura para la ignorancia es la experiencia”, señala mientras relata su propia experiencia. Elaboró una lista en Twitter sobre COVID-19 que incluye a más de seiscientos científicos, virólogos, epidemiólogos y algunos periodistas. Su conclusión: “Nuestro trabajo no es luchar contra la desinformación sino construir y difundir conocimiento experto”.
Esto lo explica todo. Médicos y científicos se han integrado en un nuevo ecosistema de información abierto. Dice Jarvis que lo hacen mejor que los propios periodistas: “Quieren un intercambio de información rápido y abierto y han configurado servidores para este fin, de modo que los estudios puedan difundirse y hacerse accesible entre sí más rápidamente”, señala. Eso pone de relieve la imperiosa necesidad de ir reduciendo, hasta superarla, la ignorancia. Solo así se acabará con la desinformación y las informaciones estarán bien fundamentadas, dotadas del indispensable rigor para tratar desde todos los ángulos el acontecimiento histórico que vive la humanidad y que, por ahora, sigue sin solución.
Por eso suenan rotundas las palabras de Jeff Jarvis: “Hay que actuar más como educadores preocupados por las consecuencias y el impacto de su trabajo. Como periodistas, tendemos a difundir nuestros informes por todo el mundo. Con eso el trabajo está hecho. Nos decimos a nosotros mismos: lo que le pase ya no es mi trabajo. En el papel de educadores, debemos preocuparnos por si nuestros estudiantes están aprendiendo lo que queremos. Cuando vemos a personas en Estados Unidos que se niegan a usar mascarillas, eso también dice algo sobre el fracaso del periodismo”.
Y hay que hacer todo lo posible para evitar el fracaso. Notable déficit arrastra el periodismo, demasiados reproches al amarillismo y a la abundancia de bulos y paparruchas, como para no tener en cuenta estas sesudas sugerencias que se orientan a la recuperación de la credibilidad mediática. El fracaso sería de todo un colectivo que ha de ser consciente de la responsabilidad contraída ante la sociedad. Y lo que es más grave: el fracaso contribuiría a que la pandemia se prolongare, a que las posibles soluciones se demoren y a que la ciudadanía en general siga flotando en el proceloso mar de las dudas e incertidumbres.
Si se acepta que la crisis sanitaria está cambiando modos de vida y comportamientos sociales, hay que esmerarse para que la información no sea negligente o carente de fundamentos esenciales. Hagamos caso a Jarvis y seamos conscientes de lo que supone ser, en la práctica, educadores. El ejemplo de las mascarillas es evidente.
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