A la espera de concretar fechas y pormenores, se han cumplido cincuenta y seis años de la entrada en funcionamiento del hotel Valle Mar, en el Puerto de la Cruz, propiedad de la familia Ybarra, sin duda uno de los distinguidos en la oferta alojativa portuense, situado en pleno centro de la avenida Colón, esquina Venezuela. Fue Philip Feier su primer director, cuando el establecimiento abrió sus puertas, en 1964.
En primera línea de playa, cuando aún existía la de Martiánez, que iba cediendo su espacio a la transformadora mano del hombre, primero con el Lido San Telmo, y luego con las piscinas (zona Los Alisios) que habrían de culminar con la construcción del Lago hasta completar el complejo turístico que cambiaría sustancialmente la fisonomía urbanística de la zona, en pleno litoral.
Junto a otros afamados hoteles que componen el primer gran elenco de los que constituían una selecta oferta alojativa en la que se perfilaba a pasos agigantados como ciudad turística, al establecimiento siempre le distinguió un toque de calidad.
El Valle Mar fue otra de las grandes escuelas de hostelería y restauración cuando la apertura al turismo, en el Puerto,era ya incontenible. Acogió a no pocos trabajadores procedentes del sector agrícola, pesquero o de la construcción. Y allí aprendieron idiomas (inglés o alemán, preferentemente) por uno de esos milagros inexplicables de la asimilación fonética. No se exagera cuando se dice que se convirtieron en grandes profesionales.
El “hotel de la marquesa”, como coloquialmente era denominado e identificado en el argot turístico, experimentó algunas transformaciones. En los años sesenta se vio afectado por un temporal marítimo que causó estragos en instalaciones y avenidas de Martiánez. Fotos de sus balcones y habitaciones daban la vuelta al mundo cuando había celebraciones de Carnaval y cuando el circuito urbano de Martiánez acogía el gran premio ‘Ciudad de Puerto de la Cruz’. Muchos clientes, no solo extranjeros, seguían la prueba desde privilegiadas atalayas.
Dos nombres asociados al Valle Mar (cuya plantilla laboral llegó a disputar aquellas celebres competiciones futbolísticas de verano en el viejo campo El Peñón, aún con cancha de tierra): uno, la boite “Los Caprichos”, un sugerente recinto en el ‘Puerto Cruz la nuit’ de la mejor época, donde Falo y Los Palmers entonaban sugerentes melodías para parejas y enamorados. Y otro, Café de París, una hermosa y atractiva cafetería, siempre con un ambiente selecto.
Como lo tenía el hotel cuando el Puerto no tenía competencia en el ámbito turístico: aquellas cenas-baile de Navidad y Nochevieja, a las que las parejas accedían con riguroso traje de etiqueta mientras el público observaba desde la avenida Colón y los jardines del complejo Martiánez las evoluciones de celebraciones tan señaladas.
El Valle Mar, pues, va para sus seis décadas de funcionamiento. Una seria y sustantiva contribución a la hostelería canaria y al Puerto de la Cruz como destino turístico.
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