En
el repaso de imágenes de los actos de constitución de las
corporaciones locales y de los momentos anteriores o posteriores la
investidura de alcalde y alcaldesas, siempre despierta interés o
llama la atención el gesto, la acción instintiva, la espontaneidad,
ese momento en que los camarógrafos y los fotoperiodistas captan
para decir más de las mil palabras que reza el tópico.
El
gesto es producto de las emociones, la liberación de los
sentimientos o de la tensión acumulada. Admitamos que para muchas
personas, en ese acto, más o menos protagonistas, más o menos
despejadas las dudas o la incertidumbre, la reacción es frescura,
acaso no poder controlar del todo la compostura que se supone hay que
guardar. Sonrisas y lágrimas, al menos en los segundos iniciales. Es
comprensible.
En
el repaso de los visto en Canarias, hay dos instantes que llaman la
atención. Uno, en Santa Cruz de Tenerife: cuando se escucha el
último voto para Patricia Hernández que la convertía en la primera
alcaldesa socialista de la democracia en la capital tinerfeña,
sentado a su lado, el concejal José Ángel Martín, se tapa la cara
con las manos. No se lo cree y por eso 'estalla' de esa manera tan
visible y explícita. José Ángel, un currante de la política desde
juventud temprada, un corredor de fondo, alguien que no se arrugó
después de que vinieran mal dadas tras su experiencia ejecutiva al
frente del urbanismo santacrucero, sabe de intrigas y tragos amargos.
Era consciente de las convicciones de la nueva alcaldesa, participó
de ellas y de su entusiamo, acompañó a Hernández persuadido de que
su aspirantazgo podía dar frutos. Vaya que si dio.
Por
eso, después de mil y una reuniones, de mil y dos estados de ánimo,
de mil y tres conversaciones, después de mil y cuatro llamadas
telefónicas y guasaps...
en
fin, después de numerosos dimes y diretes, escuchar el nombre de la
candidata, el voto final, el determinante, hizo una suerte de
automatismo que igual solo lo había experimentado en contadas
ocasiones: las manos taparon sus ojos, unos segundos que debieron
parecer eternos pero con la brevedad necesaria para no perderse el
gran momento de ver a su compañera radiantemente ganadora y la
alegría que otra mucha gente empezaba a compartir porque era verdad,
porque del sueño pasaron a la realidad.
La
otra imagen se registra en Las Palmas de Gran Canaria. Augusto
Hidalgo ya ha sido elegido alcalde y el concejal Pedro Quevedo,
presidente de la mesa de dad, se dispone a entregarle la vara de
mando. Quevedo, en un guiño, en una concesión a la broma,
probablemente con la complicidad que genera haber compartido afanes
municipalistas durante cuatro años, hace dos amgos consecutivos de
entregar la vara pero termina reteniéndola hasta que la recibe,
entre inevitables sonrisas, su destinatario. Un toque de humor, si se
quiere, para quebrar la solmenidad del momento. Inapropiado, dirán
los puristas (y no les falta razón). Anecdótico, simplemente, una
ocurrencia sin mayor trascendencia, recordarán para siempre quienes
estaban allí o han visto las imágenes.
En
fin, el gesto, los gestos, que ilustran una jornada política en
algunos casos memorable y con la que se inicia un nuevo ciclo en el
ámbito municipal; el undécimo mandato.
1 comentario:
Cuando votamos lo hacemos a un partido, si se quiere a una persona, bien sea por afinidad ideológica, porque nos gusta más el cabeza de lista o porque sus propuestas nos convencen. Lo que no votamos en ningún caso son pactos o mejor determinados pactos.
Si como parece esta suerte de bazar va a continuar existiendo, quizá sería bueno reflexionar sobre la necesidad de modificar la ley para que gobierne la lista más votada o ir a una segunda vuelta entre las opciones mayoritarias. Cualquier iniciativa que haga desaparecer esta sensación de chalaneo y evitar titulares como el ayer en El Dia.
Un saludo
Publicar un comentario