Aquella entrada llevaba por título “El silencio como regalo”.
Fue publicada en este blog el 17 de noviembre de 2015. Fue la última vez que
hablamos con Martín Chirino, el siempre sereno, atento y reflexivo escultor que
encantaba con sus manos y con su concentrada mirada.
Canarias ayer lloraba su pérdida. El arte se vistió de luto
pero siguió brillando su obra. De aquel encuentro, con Alejandro Togores de
privilegiado testigo, resistiéndonos a tutearle, aprendiendo de las
explicaciones de cada interioridad, quedaron las impresiones que a continuación
reproducimos:
Alejandro Togores Sosa
(Santa Cruz de Tenerife, 1945) agradeció públicamente a Martín Chirino el
silencio que le ha obsequiado cada vez que le fotografiaba en su taller, en
plena faena. Tuvo que ser un silencio elocuente, de los que se graba para
siempre, de los que jamás se olvidan. Lo dijo Togores en el curso del acto de
apertura, en el Parlamento de Canarias, de una exposición fotográfica sobre un
artista canario universal, Martín Chirino. Y en el silencio brotó la fábula,
que descubrió a lo largo de casi dos décadas de seguimiento constante, plasmado
en la colección de instantáneas que forma parte del programa de la
decimotercera edición de Fotonoviembre, promovida por el Cabildo tinerfeño y su
Centro de Fotografía Isla de Tenerife-Tenerife Espacio de las Artes (TEA). Si
antes, en un excelente documental, Togores recorrió los pliegues del “escultor
del hierro”, ahora deja sello fotográfico de un lúcido y brillante quehacer
artístico. Un recorrido iniciado en 1971 y que llega hasta nuestros días.
Alejandro Togores, periodista, artista plástico, director de documentales y
miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias de Televisión, trabajó
muchos años en Televisión Española, donde vivió los avances y las
transformaciones tecnológicas, siempre con ganas de aprender y de aportar un
acento diferente, una visión crítica y esmerada de cualquier acontecimiento que
habría de cubrir. Heredó esos afanes de su padre, a quien conocimos y tratamos
en alguno de sus saltos atlánticos, cuando nos dedicó 7 vertientes para el
discurrir filosófico, uno de sus libros publicado en Venezuela. Siempre
explorando, incursionando más allá de los convencionalismos y de los corsés del
medio, queriendo hacer cosas nuevas y originales, creó ALOE, el Aula Libre de
Orientalismo y Ecología, una asociación cultural sin fines lucrativos en la que
incluye su gran sueño de una suerte de museo de la imagen y de la Comunicación
Audiovisual. Togores, interesado desde comienzos de su trayectoria en el
lenguaje visual, alcanza en esta colección lo que se propuso: crear un clima
emocional y de pensamiento apto para adentrarse en las interioridades del
hierro que fluye por las manos de Chirino hasta materializar las ideas que
quiso realizar. De modo que el silencio regalado por el artista ha sido el
mejor aliado que -en este caso- el fotógrafo encontró para inmortalizar su
paciente y creativa interpretación. No se detuvo a escribir cuentos en verso,
como en la rumba, sino que inspiró el grito callado de la manifestación
escultórica, haciendo buenas las palabras de Octavio Paz: “Desembocamos al
silencio, en donde los silencios enmudecen”. Es todo un tributo a quien
considera que “en el arte lo que importa es el no yo”, sabia definición del propio
Chirino.
Hasta siempre, maestro.
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