El
apartado 5 del Decálogo
de políticas turísticas municipales elaborado
y presentado recientemente por la asociación empresarial nacional
Exceltur, dice:
“Abordar de una vez un nuevo marco estable de financiación turística municipal que contemple la diferencia entre los recursos para atender a los residentes versus lo precisos para una población flotante de turistas que supera con crece en temporada a la población local, asegurando la suficiencia económica, sin gravar al turismo con tasas y/o impuestos discriminatorios”.
“Abordar de una vez un nuevo marco estable de financiación turística municipal que contemple la diferencia entre los recursos para atender a los residentes versus lo precisos para una población flotante de turistas que supera con crece en temporada a la población local, asegurando la suficiencia económica, sin gravar al turismo con tasas y/o impuestos discriminatorios”.
Esta
organización se posiciona en vísperas de procesos electorales de
todo tipo y cuando parece que declina un ciclo expansivo. Su Decálogo
es un conjunto de reflexiones sobre ámbitos de actuación que se
consideran clave para potenciar un nuevo período de crecimiento
turístico más sostenible a escala local. Los grandes empresarios
del sector insisten en que hay que repensar a futuro una hoja de ruta
para cada destino y sus recursos precisos. Por eso hay que seguir
atentos a los planteamientos que formulan, se supone que al calor de
la experiencia acumulada a lo largo de la bonanza de los últimos
años -aunque hubiera miles de turistas prestados- cuando algunos de
ellos llegaron a decir que no todo era cuestión de batir récords
sino de consolidar la oferta y cualificar los productos para seguir
fidelizando mercados y hacer aquellos cada vez más atractivos.
Reivindica
Exceltur (apartado 6 del Decálogo) “nuevas políticas municipales
que faciliten modelos de crecimiento turístico más sostenibles,
definiendo y aplicando con el mayor rigor e inspección, los marcos
legales y de ordenación del territorio que eviten escenarios de
saturación, gentrificación u otras externalidades, como por ejemplo
la explosión descontrolada de pisos turísticos, que afectan la
calidad de vida ciudadana, la satisfacción del turista y/o la
reputación del sector, o para salvar la competencia desleal entre
actores no reglados y reglados”.
Pero
la patronal -y las futuras corporaciones locales, a las que viene
advirtiendo- tiene que ser consciente de la necesidad de disponer de
recursos económico-financieros estables para superar -siquiera,
aliviar- los desequilibrios que acertadamente señala en el apartado
5 del Decálogo. De ello venimos hablando algunos desde hace casi
veinticinco años, cuando, desde la esfera política de la
administración local -fue la primera moción en el Ayuntamiento
portuense después de la censura de 1995- promovimos la elaboración
del proyecto de Ley del Estatuto del Municipio Turístico, iniciativa
para la que era fundamental que el Gobierno de Canarias y los
municipios turísticos afectados contasen con bases sólidas sobre
las que diseñar los parámetros económicos que habrían de ser
incluidos en el referido Estatuto. Decíamos entonces que el
ejecutivo autonómico habría de proceder de forma inmediata a
recabar la información estadística, cartográfica, de instalaciones
y de otros aspectos con el mayor nivel de actualización así como
disponer la puesta en marcha del Servicio de Información Estadística
que la propia Ley establece.
Parece
que, al cabo de casi cinco lustros, no se ha avanzado mucho en este
terreno. Si existiera voluntad política, quizá estuviéramos
explicándonos en otros términos. Pero, al principio de esta década,
quedó claro que era necesario consensuar y aplicar otros criterios
para definir y decidir cuáles son los municipios turísticos. Había
que tener en cuenta, por ejemplo, no solo el número de camas de un
destino sino la consideración del espacio turístico único y la
conservación del territorio. Los munícipes de entonces
reivindicaban que los mecanismos de financiación tuvieran la
estabilidad de una consignación presupuestaria y no quedaran al
albur de subvenciones o convenios cuya plasmación y agilidad en la
tramitación estuvieran supeditadas a la mayor o menor afinidad
política.
Y
cuando en varios debates presupuestarios se gira en torno a la
creación de una tasa cuya recaudación tendría una finalidad muy
clara, ya ven lo que dice el empresariado: no gravar el turismo con
impuestos discriminatorios. Entonces, sigue el debate; no habrá, por
ahora, Estatuto.
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