sábado, 30 de marzo de 2019

SIN LUZ NI AGUA

En Venezuela se suceden los apagones. En Caracas, en ciudades de todo el territorio, conviven a oscuras. Un país a oscuras, una revolución a oscuras. Si a ello se añaden los fallos y los cortes en el suministro de agua potable, aquello debe ser terrible. Las consecuencias son imaginables, a partir precisamente de los testimonios que llegan. E incalculables. En cierta ocasión dijimos que Venezuela iba de crisis en crisis y esta de ahora pone a la población al borde de la calamidad pública. Es fácil colegir que está harta, que vive entre espasmos y carencias y que está amenazada por el colapso.
Un país con dos Parlamentos. Y sobre el papel, con dos presidentes. Curioso, porque las primeras soluciones a los apagones por parte del ejecutivo chavomadurista consisten en declarar días feriados o festivos. Como no hay luz, miles de personas no se enteran de las determinaciones del régimen, acuden a sus centros de trabajo y se encuentran con que no pueden acceder al estar cerrados. Situación de tragicomedida.
Productividad por los suelos, inflación por los cielos, inseguridad manifiesta, prestación de servicios irregular no, lo siguiente, aislamiento, desespero, impotencia... Venezuela se desangra, es un caos que duele por razones que ya han sido explicadas muchas veces. Y como no hay perspectivas de solución, la oscuridad de los apagones se acentúa.
Maduro y los suyos deberían entender que están bajo mínimos, que no dan para más, que no tienen credibilidad -salvo la lealtad entusiástica de los incondicionales- y que el 'bravo pueblo' merece, tras tantas penalidades, otra cosa.
Y es que gobernar así, entre tinieblas y carencias, sin recursos básicos, cada vez más aislados, sin mucho más que hipotecar, es un ejercicio sencillamente imposible. La evidente fractura social, la crisis de institucionalidad, la desazón desesperada de la sociedad, la represión, las amenazas, los miedos... son las pruebas de un revolución fracasada. Lo peor son las secuelas: levantar Venezuela, simplemente tratar de recuperar la normalidad, es una tarea gigantesca. Afrontarla en estas condiciones es un hecho que, sin luz ni agua para empezar, parece inalcanzable.

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