Quédense con el nombre,
George Floyd, asfixiado vilmente por la rodilla contra el suelo del
agente Derek Chauvin, mano en el bolsillo para adornar la hazaña.
Ocurrió en Minneapolis, Estados Unidos.
El otro nombre sí lo conocen,
Donald Trump, presidente de este país, quien tuvo que refugiarse en
el bunker de la Casa Blanca pues los manifestantes llegaron a las
mismísimas vallas y el departamento de seguridad se temió lo peor.
Una oleada de protestas
recorre América del Norte desde que las imágenes del suceso han
sido vistas por el mundo entero. Toques de queda, desórdenes,
incendios, manifestaciones, cargas policiales… ‘Typical’ USA.
Una antropóloga peruana ha
hecho circular la portada de la revista Time
de
mayo de 1968, después de la muerte de Martin Luther King. Un joven
negro corre delante de un ejército de policías. Es la misma portada
de 2015, en reconocimiento a la lucha de Eric Garner, un horticultor
afroamericano, padre de seis hijos, estrangulado por la policía de
Nueva York mientras vendía tabaco ilegalmente y le arrestaban. E
idéntica portada cinco años después, a raíz de la crudelísima
muerte de Floyd en Minneapolis. El título, bastante significativo:
“¿Qué ha cambiado? ¿Qué no?”.
Los
disturbios y las protestas raciales se han reproducido, se han
multiplicado en un país castigado también por la COVID-19. Un grito
unánime resuena: “No justice, no peace” (“Sin justicia no hay
paz”). Restablecer el orden no será fácil en ese clima que es la
antesala de las elecciones del próximo mes de noviembre. Cada vez
menos tiempo, cada vez más adversidades.
El
caso es –de ahí la mención de Trump- que las medidas para la
normalización deben ajustarse a una gestión proporcionada y no
parece que eso esté ocurriendo. Recordemos que el presidente declaró
que si los manifestantes traspasaban la valla de la Casa Blanca,
serían atacados “con los peros más feroces y las armas más
siniestras”. De esa forma, ¿quieren los yankees acabar con la
discriminación racial? Ni los gobernadores han escapado de las iras
del presidente Trump. Frenar los excesos policiales se convierte en
una exigencia inaplazable.
El
prestigioso periódico The
New York Times,
que
critica
un sistema sanitario indefenso, la desigualdad económica, la
arbitrariedad policial y un creciente nacionalismo, ha
editorializado al respecto: “Pobreza,
hambre, desempleo, disturbios, el presupuesto devastado por la crisis
y el poder que «apaga el fuego con bencina»: esto es el moderno
Estados Unidos”. En el mismo medio, el profesor de la Universidad
de Princeton, Keeng-Yamaha Taylor, emite un juicio contundente:
«Donde
las personas están arruinadas y parece que no hay ayuda, liderazgo
ni claridad sobre lo que sucederá, esto crea condiciones para la
ira, la rabia la desesperación y la desesperanza, lo que puede ser
muy inestable”.
George
Floyd, quédense con el nombre.
Siguen
los disturbios.
Día
79 de la alarma
Primer
día de junio, primer día sin fallecidos en España por la COVID-19.
Esta noticia, por sí sola, merece todas las alegrías. Y todos los
honores. Contener y doblegar. Hoy hay que congratularse y reconocer
el acierto de las medidas adoptadas pero, sobre todo, la aportación
de cuantos, desde el ámbito sanitario, se esmeraron para superar
todos los imponderables. Y de todos los servidores públicos cuya
abnegación y cuya destreza contribuyeron a salvar muchas vidas. Hoy
hay que recordar a la víctimas y compartir el sentimientos de
familiares y allegados que no pudieron siquiera despedirse.
Hoy
ha sido un día especial. No digamos más.
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