Se
supo al mediodía de ayer, mientras se desarrollaba el pleno de la
prórroga del estado de alarma. Los que se pronunciaban en contra de
los aplausos de las siete se habrán removido en los asientos.
Quienes hicieron del deber profesional un ejercicio indómito, a
prueba de tantas cosas, han recibido una compensación acreditativa
de su esfuerzo.
El
premio Princesa
de Asturias de la Concordia
ha sido en esta edición para el personal sanitario que ha luchado
contra la COVID-19, un virus del que nada se sabía, que ha ido
coleccionando contagios y víctimas mortales y que sigue manteniendo
la guardia de gobernantes en todo el mundo.
Un
merecido galardón, sin duda. De los que satisface a todo el mundo.
De los que llena. De aquellos aplausos de la sociedad a un
reconocimiento de prestigio. Ayer mismo, en Asturias, se registraban
las primeras muestras de correspondencia: personal sanitario se
concentraba en el exterior de centros hospitalarios y de varios
centros de salud, sencillamente para aplaudir, dar las gracias y
emocionarse. Porque la ocasión lo merece. En medio de tanta
ingratitud, de tanto reproche, de tanta desazón, la profesión
sanitaria se ha visto ensalzada. Es un reconocimiento a la ética, a
la entrega y a la abnegación. A un esfuerzo sostenido que también
enorgullece al sistema público sanitario.
“Aplauso,
apenas un sonido”, era el título de una entrada que apareció
durante las primeras semanas de la pandemia. Glosábamos entonces el
aplauso de las siete, una hora más en la península, prorrumpido
desde ventanas y balcones. Un gesto espontáneo –escribíamos-, una
expresión de desahogo de las circunstancias que concurren.
Un
párrafo de aquel texto que reproducimos: “Aplaudir es un acto de
desprendimiento y generosidad. A esa hora se sale para manifestar
ánimo y solidaridad con profesionales y colectivos que impulsan, a
su manera, las ganas de que esto acabe. No son palmeros contratados.
Ni mucho menos los que están respondiendo a una convocatoria de algo
o alguien en concreto. No hay otro móvil que el muy noble de de
seguir estimulando el quehacer y la entrega de quienes trabajan de
forma abnegada, fortaleciendo el sistema público sanitario y
poniendo a prueba la prestación de los servidores públicos en sus
respectivos ámbitos y cometidos”.
No,
no se molestaba con aplaudir. Aquel sonido dispar, heterogéneo, no
era ruido. Era sentimiento de pueblo. Te podías preguntar, ¿a quién
se molesta con el aplauso sencillo? La respuesta estaba en el viento:
“Pero si es un flash, un sonido, un momento de alegría y catarsis
en medio de tanta penuria”.
Ayer
llegó otra respuesta: el premio Princesa
de Asturias de la Concordia. Cuando
sea entregado, en octubre, el aplauso será atronador. Seguirá
siendo un sonido.
Día
81 de la alarma
El
tempranero ruido de máquinas revela el trabajo de mantenimiento de
parterres y jardines en los alrededores de la plaza del Charco. Más
lejos, pero también perceptible, el de la maquinaria que ejecuta las
obras de drenaje para la conducción de aguas pluviales en los
alrededores del muelle pesquero.
Hay
pleno en el Congreso. Petición de sexta y última prórroga del
estado de alarma. La suerte está echada. Ana Oramas, de Coalición
Canaria, le echa emoción a su intervención, entre el reproche y la
apelación a la responsabilidad.
Al
filo del mediodía, compartimos tertulia radiofónica en Cope
Tenerife. Guillermo García Saavedra, su coordinador, desaprueba una
de las estampas más insólitas de la pandemia en nuestro país: una
concejala de Torrox (Málaga) interviene en un pleno telemático de
la Mancomunidad de Municipios de la costa oriental, Axarquía, desde
la playa y en bikini. Vivir para ver. Tenía antecedentes la edil
Moreno, del Partido Popular: en octubre de 2015 fue “pillada” en
plena fue pillada en plena faena doméstica, y cazada e inmortalizada
fotográficamente, mientras hacía las compras en un supermercado
utilizando un vehículo 4x4 perteneciente al parque móvil del
Ayuntamiento de Torrox. Coincidimos, en fin, en lo reprobable del
comportamiento.
El
calor del mediodía es difícilmente soportable. Después de
almorzar, continúa el pleno de las Cortes. Turno de preguntas y
repuestas. El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, aguanta
y se basa en la firmeza de sus convicciones para afirmar que no
dimite.
Por
la tarde, reunión bilateral del ministerio de Sanidad con la
consejería del ramo del Gobierno de Canarias. Al frente, los dos
máximos responsables, el ministro de Sanidad, Salvador Illa; y el
consejero, Julio Pérez. El departamento canario considera que la
comunidad
cumple con los requisitos que el ministerio establece para que las
islas de Fuerteventura, Lanzarote, Gran Canaria, Tenerife y La Palma
pasen a la fase 3 de la desescalada hacia la nueva realidad. Eso
significa que el lunes 8 todos los territorios insulares estarían en
la misma situación. Una vez que todas las islas se encuentren en
fase 3, la Consejería de Sanidad pedirá al Ministerio la
posibilidad de retomar los viajes interinsulares.
En
los municipios norteños de Tenerife, las cifras siguen mejorando.
Solo un nuevo contagio en Los Realejos a lo largo de los últimos
cuatro días, diecisiete altas y sin fallecidos. Pero hay que seguir
obrando con cautela.
Más
fresco cuando anochece. Se agradece.
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